El Desorden que Unió a los Amigos



Había una vez tres amigos inseparables: Lila, Tomás y Benjamín. Vivían en un vecindario donde todos se conocían y disfrutaban jugando juntos. Sin embargo, había un pequeño problema: eran muy desordenados. Sus juguetes siempre estaban esparcidos por toda la casa, y eso a veces hacía que su mamá se enojara.

Un día, después de una gran tarde de juegos, su madre, con un tono firme, los llamó:

"¡Lila, Tomás, Benjamín! ¡Ya es hora de limpiar! Esto es un verdadero desastre. ¡Necesito que organizen todo antes de que puedan jugar de nuevo!"

Pero los niños, en lugar de hacer caso, se miraron y comenzaron a reírse. "Pero mamá, ¡los juegos son más divertidos que limpiar!" - dijo Lila mientras escondía un juguete detrás de su espalda.

La madre, un poco frustrada, les dijo:

"Si no limpian, no podrán jugar más en la casa. ¡Así que a la calle con ustedes!"

Los niños, sorprendidos pero emocionados, decidieron salir a jugar con sus amigos. Sin pensar en las consecuencias, fueron a casa de su amigo Lucas. Al llegar, Lucas los recibió con alegría:

"¡Hola, chicos! ¿Quieren jugar al fútbol?"

Tomás respondió con una sonrisa:

"¡Sí! ¡Eso suena genial!"

Así, los tres amigos se unieron a Lucas y pasaron la tarde corriendo, jugando y riendo. Sin embargo, pasaron las horas, y al caer la noche, los niños comenzaron a sentir nostalgia de sus hogares.

"¿No creen que deberíamos volver?" - dijo Benjamín con un tono triste.

Lila, siempre optimista, propuso:

"¿Y si hacemos una promesa? Vamos a asegurarnos de que la próxima vez que estemos en casa, la dejemos ordenada. Así podemos jugar sin problema."

Tomás, entusiasmado, asintió:

"¡Sí, hagamos eso! Así no nos echan otra vez!"

Con ese acuerdo, decidieron regresar a su casa. Cuando cruzaron la puerta, se encontraron con su mamá sentada en la mesa, visiblemente preocupada.

"¡Chicos! Me alegra que regresen. ¿Se divirtieron?"

Lila, dando un paso adelante, le explicó:

"Mamá, decidimos que vamos a limpiar nuestra habitación para poder jugar más. ¡Queremos que nos dejes jugar sin que te enojes!"

La mamá sonrió, sus ojos se iluminaron.

"¿De verdad? Pero tienen que prometerme que mantendrán todo en orden. ¿Pueden hacerlo?"

Benjamín, con determinación, respondió:

"¡Sí! ¡Lo prometemos!"

Así, los niños se pusieron manos a la obra. Con música de fondo, empezaron a organizar sus juguetes, a clasificar los libros, y dejaron todo reluciente, como nuevo. Al finalizar, su madre los aplaudió mientras ellos se abrazaban.

"Estoy muy orgullosa de ustedes. ¡Se ve genial! Y ahora, pueden tener tiempo para jugar un rato más antes de cenar."

Los niños, llenos de alegría, comenzaron a planear una nueva aventura de juego, pero esta vez en un ambiente limpio y ordenado.

"¿Qué les parece un juego de escondidas?" - sugirió Lila.

"¡Sí! ¡La mejor idea!" - gritaron al unísono.

Y así, los tres amigos aprendieron que, aunque a veces el juego puede ser más divertido que hacer tareas, también hay momentos que requieren esfuerzo para disfrutar plenamente. Desde entonces, el desorden dejó de ser un problema, y Lila, Tomás y Benjamín vivieron felices, sabiendo que el amor y el trabajo en equipo podían lograr grandes cosas.

FIN.

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