El despertar de la alegría



Había una vez un niño llamado Juan, que se levantó una mañana con el corazón lleno de tristeza. No sabía por qué se sentía así, pero simplemente no podía sacudirse esa sensación gris que lo envolvía.

-¡Juan! ¡Desayuna antes de ir a la escuela! -gritó su mamá desde la cocina. Juan se sentó a desayunar en silencio, jugueteando con su comida sin mucho ánimo. Su mamá notó enseguida que algo no andaba bien. -¿Estás bien, Juan? -preguntó preocupada.

-Sí, mamá. Solo me siento un poco triste hoy, pero seguro se me pasa -respondió Juan con una sonrisa forzada. Su mamá le dio un beso en la frente y le deseó un buen día en la escuela.

Juan salió de casa arrastrando los pies, con la mochila pesándole más de lo normal por toda esa tristeza que cargaba. Al llegar al colegio, sus amigos notaron en seguida que algo andaba mal con Juan.

Se acercaron a él y le preguntaron qué le pasaba. -¿Qué te pasa, Juancito? ¿Por qué estás tan callado? -preguntó Pedro, su mejor amigo. -Nada chicos, solo me siento un poco triste hoy... no sé por qué -respondió Juan bajando la mirada.

-¡No puede ser! Hoy es el día perfecto para jugar al fútbol después de clases. ¡Vamos a hacerlo tan divertido que tu tristeza va a salir corriendo! -exclamó Sofía con entusiasmo.

Los amigos de Juan decidieron animarlo haciéndole olvidar su tristeza a través del juego y la diversión. Durante el recreo jugaron al fútbol como nunca antes lo habían hecho: riendo, gritando goles y compartiendo momentos inolvidables juntos.

-¡Golazo, Juan! ¡Eres imparable hoy! -gritaban sus amigos emocionados cada vez que anotaba un gol. Poco a poco, la sonrisa volvió al rostro de Juan y su corazón se llenó de alegría gracias al amor y apoyo incondicional de sus amigos.

Descubrió que incluso en los días más grises siempre hay una luz al final del túnel si uno tiene personas maravillosas cerca dispuestas a ayudar y hacerle sentir especial.

Al terminar las clases, mientras caminaban juntos hacia sus casas, Pedro rodeó los hombros de Juan con cariño y dijo:-¿Ves Juancito? La vida está llena de altibajos y momentos difíciles, pero cuando tienes amigos como nosotros nada puede vencerte. Siempre estaremos aquí para ti en las buenas...

¡y también en las malas! Juan asintió emocionado sintiéndose profundamente agradecido por tener amigos tan increíbles a su lado. Aprendió esa tarde que compartir las penas con quienes amamos puede convertirlas en alegrías compartidas y fortalecer aún más los vínculos especiales que nos unen como verdadera familia elegida.

Y así fue como aquel día comenzó siendo uno gris y triste para Juan pero terminó convirtiéndose en uno brillante y feliz gracias al poder sanador del amor sincero e incondicional entre amigos verdaderos.

FIN.

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