El despertar de la atención


Había una vez un joven llamado Martín, quien desde pequeño había vivido con la sensación de que sus padres no le prestaban la atención que él necesitaba. Sus padres estaban siempre ocupados con el trabajo y las responsabilidades diarias, así que Martín solía pasar sus días sintiéndose solo y desatendido. A medida que crecía, Martín comenzó a buscar la atención que anhelaba en otras partes: en sus amigos, en sus estudios, e incluso en las redes sociales.

A pesar de todos sus esfuerzos, Martín nunca lograba sentirse completamente satisfecho. Un día, mientras cruzaba la calle distraído con su teléfono, sufrió un terrible accidente que lo dejó en estado de coma. Sus padres, abrumados por la culpa y el arrepentimiento, permanecieron a su lado en el hospital, esperando con ansias que su hijo despertara.

Mientras tanto, en el mundo de los sueños, Martín se encontró con un ser mágico conocido como el Guardián de la Atención. Este ser luminoso le explicó a Martín que su estado de coma era el resultado de la falta de atención que había experimentado a lo largo de su vida. El Guardián le mostró a Martín distintas escenas de su infancia en las que sus padres estaban ausentes, y cómo esas situaciones habían impactado su bienestar emocional.

Martín, con el corazón lleno de comprensión, decidió emprender un viaje de autodescubrimiento en su mundo onírico. Con la ayuda del Guardián, Martín pudo explorar sus propias emociones y comprender la importancia de la atención en la vida de cada persona. Descubrió que la atención no solo se trataba de recibir el cuidado de los demás, sino también de prestar atención a uno mismo, a sus propias necesidades y deseos.

A medida que Martín exploraba este nuevo mundo interior, su cuerpo en el mundo real comenzaba a mostrar signos de mejoría. Sus padres, en un acto de pura devoción, le hablaban y le contaban anécdotas de su infancia, compartiéndole todo el amor y la atención que habían guardado durante tanto tiempo.

Finalmente, una mañana radiante, Martín abrió los ojos. Sus padres, con lágrimas de felicidad, lo abrazaron con fuerza. Martín les sonrió y les aseguró que ahora entendía la importancia de la atención, tanto la que se da como la que se recibe. Decidió vivir cada día prestando atención a las personas que amaba y a sí mismo, disfrutando de cada momento con plena conciencia y gratitud.

Y así, Martín se convirtió en un ejemplo vivo de la transformación que puede ocurrir cuando se presta atención verdadera a las necesidades emocionales de los demás y de uno mismo.

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