El Despertar de la Madre Tierra



En un pequeño pueblo llamado Ecoverdes, vivían dos amigos inseparables: Mateo, un niño curioso y valiente, y Rosa, una niña con una gran pasión por la naturaleza. Cada tarde, después de la escuela, exploraban el bosque que rodeaba su casa. Un día, mientras jugaban cerca de un viejo roble, escucharon un susurro lejano.

"¿Escuchaste eso, Rosa?" - dijo Mateo, mirándose intrigado.

"Sí, parece que viene del roble. Vamos a ver!" - respondió Rosa, mientras se acercaba cautelosamente al árbol.

Al llegar, un brillo mágico emergió del tronco, y una figura apareció. Era la Madre Tierra, con su vestido de hojas y flores.

"Hola, pequeños amigos. Soy la Madre Tierra, y he estado durmiendo por mucho tiempo. Pero ahora necesito su ayuda para despertar de nuevo. He sido olvidada y maltratada por quienes deben cuidarme."

Mateo y Rosa intercambiaron miradas de asombro.

"¿Qué podemos hacer para ayudarte?" - preguntó Rosa, con determinación.

"Necesito que recojan la basura que encuentran en el bosque y enseñen a los demás a respetar la naturaleza. También, deben sembrar semillas para que las plantas crezcan fuertes y saludables. ¿Están dispuestos a ayudarme?" - explicó la Madre Tierra.

Los niños asintieron entusiasmados.

"¡Sí! Haremos todo lo posible!" - exclamó Mateo, moviendo los puños enérgicamente.

Desde ese día, Mateo y Rosa tomaron su misión muy en serio. Armaron un grupo de amigos y comenzaron a limpiar el bosque. A cada paso, contaban historias sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y cómo cada acción cuenta.

Un día, mientras recogían basura, encontraron un plástico atrapado en una rama.

"Esto es un desastre. ¿Quién puede pensar que tirar esto aquí está bien?" - dijo Mateo, frustrado.

"Vamos a hacer un cartel y ponerlo en la entrada del bosque. Así, la gente podrá ver que es un lugar para disfrutar, no para ensuciar" - propuso Rosa.

Después de varias semanas de esfuerzo, notaron que el bosque comenzaba a cambiar. Mariposas volaban alegremente, y los árboles florecían como nunca. La Madre Tierra les visitaba cada semana para ver sus progresos.

"Estoy tan orgullosa de ustedes, amigos. El bosque está despertando de su letargo gracias a su dedicación" - dijo, sonriendo.

Pero un día, llegó una gran noticia al pueblo. Una empresa quería construir un edificio enorme justo en el bosque que tanto amaban.

"No puede ser. ¡Debemos hacer algo!" - gritó Rosa, angustiada.

"¡Sí! Convocaremos a una reunión en la plaza! La gente debe saber lo que está en juego" - sugirió Mateo, decidido.

Así fue como los niños organizadon una reunión. Invitaron a todos los vecinos y contaron sus historias sobre lo que habían aprendido y cómo el bosque había renovado su belleza.

"Si permitimos que construyan aquí, estamos destruyendo nuestro hogar, y la Madre Tierra volverá a dormir para siempre" - explicó Mateo, con voz entrecortada.

Los habitantes del pueblo comenzaron a cuestionarse. Se dieron cuenta de lo importante que era proteger el bosque y su entorno. Después de muchas discusiones, decidieron firmar una petición para evitar la construcción.

Finalmente, llegó el día donde entregaron la petición a las autoridades. Durante la entrega, la Madre Tierra apareció en forma de una hermosa aura de luces que hacía que todos se maravillaran.

"Gracias, amigos. Ustedes han demostrado que cuando luchamos juntos por lo que amamos, podemos lograrlo. ¡El bosque es un lugar sagrado!" - proclamó la Madre Tierra.

La empresa decidió abandonar el proyecto, y el pueblo celebró su victoria. La madre Tierra les agradeció con un gran banquete lleno de frutas y flores del bosque, donde todos los vecinos compartieron risas y cuentos.

"No olviden que el trabajo de cuidar la Tierra nunca termina. Cada día es una oportunidad para hacer el bien" - les recordó la Madre Tierra antes de desaparecer de nuevo entre los árboles.

Mateo y Rosa, junto con sus amigos, continuaron cuidando de su bosque, compartiendo su mensaje con otros y recordando que el amor y el respeto por la naturaleza son la clave para mantenerla viva.

Y así, en Ecoverdes, la Madre Tierra nunca volvió a dormir, porque sus habitantes aprendieron que deben ser sus guardianes y, juntos, hicieron del mundo un lugar más hermoso.

FIN.

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