El despertar de Pedro
Había una vez un dinosaurio llamado Pedro, que vivía en un hermoso bosque lleno de árboles altos y coloridas flores.
Pedro era famoso por ser el dinosaurio más grande y fuerte de todos, pero tenía un pequeño problema: dormía demasiado. Todos los días, mientras los demás dinosaurios se levantaban temprano para buscar comida y jugar, Pedro aún seguía durmiendo en su cueva. Sus amigos triceratops, Estela y Tomás, estaban preocupados por él.
Un día decidieron hacerle una visita a Pedro para averiguar qué estaba pasando. Se acercaron sigilosamente a la cueva y encontraron a Pedro roncando profundamente. - ¡Pedro! ¡Despierta! -exclamó Estela sacudiéndolo suavemente. Pedro abrió sus ojos adormilados y bostezó.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué están aquí tan temprano? - Pedro, estás durmiendo demasiado. Te estás perdiendo todas las aventuras divertidas que tenemos durante el día -dijo Tomás con preocupación. Pedro se sentó y reflexionó sobre lo que le dijeron sus amigos.
Sabía que debía cambiar su hábito de sueño si quería disfrutar plenamente de la vida en el bosque. Decidió crear un plan para despertarse temprano cada mañana.
Puso una alarma en su cueva e hizo una lista de cosas emocionantes que podía hacer durante el día. Estaba decidido a no perderse ni un solo momento más. Al principio fue difícil para Pedro adaptarse al nuevo horario.
Se quedaba mirando fijamente la alarma hasta que sonara, pero poco a poco se acostumbró. Cada día se levantaba más temprano y comenzaba a disfrutar de las maravillas del bosque.
Pedro descubrió que durante la mañana podía ver cómo el sol salía por encima de los árboles, iluminando todo con su luz cálida y dorada. Podía escuchar el dulce canto de los pájaros y sentir el fresco rocío sobre su piel escamosa. Además, Pedro encontró nuevos amigos con los que jugar.
Conoció a una simpática familia de triceratops que le enseñaron juegos divertidos y a un grupo de pterodáctilos que lo invitaban a volar en el cielo azul. Con cada nueva experiencia, Pedro se sentía más feliz y lleno de energía.
Ya no quería volver a sus viejos hábitos de dormir demasiado. Un día, mientras jugaba con Estela y Tomás en un claro del bosque, Pedro vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó curioso y encontró un nido con huevos abandonados.
- ¡Miren esto! ¿Qué deberíamos hacer? -preguntó Pedro emocionado. - Debemos cuidarlos hasta que nazcan -respondió Estela-. Será nuestra responsabilidad asegurarnos de que crezcan sanos y fuertes. Los tres dinosaurios construyeron un refugio para proteger los huevos del frío y peligros del bosque.
Pasaron días vigilándolos con amor y cariño hasta que finalmente nacieron unos adorables dinosauritos bebés. Pedro sintió una gran satisfacción al ver cómo los pequeños dinosaurios crecían y jugaban a su alrededor.
Se dio cuenta de que, gracias a su cambio en el hábito de sueño, había tenido la oportunidad de experimentar algo maravilloso. Desde ese día, Pedro se convirtió en el protector del bosque y los animales lo admiraron por su valentía y dedicación.
Ya no era conocido como "el dinosaurio que duerme demasiado", sino como "el dinosaurio amable y responsable". Y así, Pedro aprendió una valiosa lección: dormir bien es importante, pero también es fundamental aprovechar cada día para vivir nuevas aventuras y ayudar a otros.
A partir de entonces, Pedro siguió durmiendo lo necesario, pero siempre dispuesto a disfrutar de todo lo que la vida tenía para ofrecer.
FIN.