El despertar del dragón y la valentía de dos hermanos
Había una vez en un lejano bosque, dos hermanos llamados Juan y Sofía, a quienes les encantaba explorar y descubrir aventuras en lugares misteriosos. Un día, decidieron adentrarse en el bosque prohibido, a pesar de las advertencias de sus padres.
Mientras avanzaban entre los árboles centenarios, divisaron a lo lejos un brillo rojizo que se elevaba entre la densa vegetación. Intrigados, se acercaron sigilosamente y descubrieron que provenía de un volcán de lava en el corazón del bosque. Pero lo que más les sorprendió fue ver a un enorme dragón de escamas doradas dormido al borde del cráter.
Sofía, asombrada, susurró –¡Es un dragón de verdad, Juan! –. Pero Juan, mostrando valentía, respondió –No podemos dejarlo aquí, puede despertar en cualquier momento y causar estragos en el bosque. Debemos hacer algo–.
Juntos, los hermanos idearon un plan para despertar al dragón sin molestarlo y conseguir que abandonara el volcán antes de que algo malo sucediera. Decidieron recoger trozos de madera seca y hacer una gran fogata, confiando en que el calor y la luz lo inducirían a moverse. Con esfuerzo y determinación, lograron encender el fuego y se apartaron a observar con cautela.
Pasaron horas y el sol comenzaba a ponerse cuando finalmente el dragón comenzó a moverse con lentitud. Sus ojos centelleaban al mirar la fogata, y con un rugido profundo, se puso de pie y alzó sus amplias alas doradas. Juan y Sofía se quedaron sin habla mientras el majestuoso dragón salía del volcán y se posaba en el suelo frente a ellos.
–¡Gracias, valientes exploradores! –dijo el dragón con voz suave–. Me habéis salvado del letargo en el que me sumí para sanar mis heridas. En gratitud, os concederé un deseo como muestra de mi eterna deuda con vosotros.
Tomados de la mano, los hermanos intercambiaron una mirada llena de determinación y al unísono dijeron –Queremos que el bosque y sus habitantes estén a salvo para siempre–.
El dragón sonrió con benevolencia y cerrando sus ojos, exhaló una luz dorada que se expandió por todo el bosque, sanando las heridas, devolviendo la vida a las plantas y animales, y creando un aura de protección que lo envolvió todo. Finalmente, el dragón alzó vuelo y desapareció en el horizonte.
Juan y Sofía regresaron a su hogar como héroes, compartiendo la increíble historia con sus padres y prometiendo cuidar y proteger el bosque siempre. Con el tiempo, la historia del dragón dorado se convirtió en leyenda, recordando a todos la valentía y el poder de la bondad.
Y así, los hermanos aprendieron que, con coraje y compasión, podían hacer la diferencia en el mundo, y que la amistad y el cuidado por la naturaleza son tesoros invaluables que debemos proteger.
FIN.