El despiste de Papá Noel


En una fría noche de Nochebuena, Papá Noel se preparaba para su tarea más importante: repartir los regalos a todos los niños del mundo. Pero esta vez, algo no estaba del todo bien.

Papá Noel cada día se sentía más viejito y su memoria ya no era la misma. Mientras volaba en su trineo mágico por los cielos estrellados, Papá Noel revisaba la lista de direcciones de los niños buenos.

Pero al llegar al nombre de Ricardo y Sofía, las palabras parecían borrarse de su mente. - ¿Dónde está la casa de Ricardo y Sofía? -se preguntó confundido. Papá Noel decidió buscar en su bolsa mágica llena de juguetes y sorpresas.

Tal vez ahí encontraría una pista sobre el paradero de estos pequeños. Rebuscando entre montones de regalos, encontró un mapa antiguo que le había regalado un niño hace muchos años atrás. - ¡Ah! Este mapa podría ayudarme a encontrar la casa perdida -exclamó emocionado.

Siguiendo las indicaciones del mapa, Papá Noel llegó a un pequeño pueblo rodeado por montañas nevadas. Allí preguntó a los vecinos si conocían a Ricardo y Sofía.

- Disculpen, estoy buscando la casa de Ricardo y Sofía ¿Podrían ayudarme? Los vecinos se miraron entre sí con caras preocupadas hasta que finalmente una señora mayor levantó la mano. - Yo conozco a esos chicos -dijo ella-. Viven en esa casita blanca al final del camino.

Papá Noel siguió las indicaciones de la amable señora y llegó a la casa de Ricardo y Sofía. Pero para su sorpresa, el árbol navideño estaba vacío. - ¡Oh no! -exclamó Papá Noel-. Los regalos se me olvidaron en el trineo.

Papá Noel se sentía muy apenado por su olvido, pero sabía que debía hacer algo para remediarlo. Así que, con un poco de magia navideña, hizo aparecer todos los juguetes y regalos frente al árbol.

Al día siguiente, cuando Ricardo y Sofía despertaron, no podían creer lo que veían. Su árbol estaba lleno de regalos brillantes y coloridos. - ¡Mira Sofía! Papá Noel nos dejó muchos regalos -gritó emocionado Ricardo. Sofía sonrió radiante mientras abrían los paquetes con alegría.

Los niños nunca supieron que Papá Noel había tenido un pequeño olvido esa noche. Lo importante era que sus corazones estaban llenos de felicidad y gratitud.

Desde aquel día, Papá Noel decidió tomar medidas para no volver a olvidar ninguna casa. Contrató a duendes ayudantes para recordarle todas las direcciones importantes y así asegurarse de llevar la magia navideña a todos los rincones del mundo sin excepción.

Y así fue como Papá Noel aprendió una valiosa lección: aunque los años pasen y la memoria falle un poco, siempre hay formas de remediar nuestros errores y traer alegría a los demás en Navidad. Fin

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