El Día Amarillo en Solcito


Había una vez en un lejano pueblo llamado Solcito, donde todos los días amanecían de diferentes colores. Había días azules, días verdes, días naranjas y hasta días rosados.

Pero un día muy especial, el día amarillo se vio lindo. En ese mágico lugar vivían dos amigos inseparables: Lola, una simpática conejita de orejas largas, y Tito, un travieso pajarito cantor. Ambos siempre estaban buscando nuevas aventuras para disfrutar juntos.

Una mañana, al despertar y asomarse por la ventana de la casita de Lola, se dieron cuenta de que el cielo estaba teñido de un brillante color amarillo. Nunca antes habían visto algo así y se quedaron maravillados.

"¡Lola, mirá qué hermoso está el cielo hoy! ¡Es amarillo como mi plumaje!" -exclamó Tito emocionado. "¡Sííí! Es increíble, Tito. ¿Qué crees que significa este día tan especial?" -respondió Lola con curiosidad.

Los dos amiguitos decidieron salir a recorrer el pueblo en busca de pistas sobre por qué el día estaba tan diferente. Por el camino se encontraron con sus vecinos: Lucas el zorrito cocinero, Martina la osita bailarina y Mateo el conejito inventor.

"¿Vieron lo mismo que nosotros? ¡El cielo es amarillo hoy!" -comentó Martina sorprendida. "Sí, estamos tratando de descubrir qué significa este día tan especial" -explicó Tito con entusiasmo. Todos juntos decidieron visitar a la sabia Lechuza Aurora, quien vivía en lo alto del árbol más antiguo del bosque.

Se decía que ella tenía respuestas para todas las preguntas y que podía interpretar los mensajes que la naturaleza les enviaba.

Al llegar al árbol milenario donde habitaba Lechuza Aurora, esta los recibió con una cálida sonrisa y les dijo:"Queridos amigos animales, hoy es un día muy especial en Solcito porque el color amarillo representa la alegría y la creatividad. Es un día ideal para celebrar la belleza que nos rodea y para dejar volar nuestra imaginación".

Los amigos se miraron emocionados al escuchar las palabras de Lechuza Aurora e inmediatamente comenzaron a pensar en cómo podrían aprovechar ese día tan único.

Decidieron organizar un gran picnic en el prado verde junto al río cristalino y cada uno llevaría algo hecho por ellos mismos para compartir.

Lucas preparó su famosa torta de zanahorias glaseada con miel silvestre; Martina ensayó una nueva coreografía para mostrarles a todos; Mateo inventó divertidos juegos con materiales reciclados; Lola tejió bufandas coloridas para regalar a sus amigos; y Tito compuso una canción dedicada al sol radiante que los acompañaba ese día. El picnic fue todo un éxito: compartieron risas, bailes, historias y mucha comida deliciosa bajo el resplandeciente sol amarillo.

Todos se sintieron llenos de alegría y gratitud por tenerse unos a otros y por vivir en un lugar tan maravilloso como Solcito.

Al caer la tarde y despedirse con abrazos afectuosos, los amigos regresaron a sus hogares felices y satisfechos por haber vivido una jornada tan especial e inolvidable gracias al inesperado Día Amarillo.

Desde entonces, cada vez que veían aparecer ese color en el cielo recordaban aquel hermoso día lleno de magia e inspiración que compartieron juntos en su querido pueblo Solcito.

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