El día de la aventura en la casa de tejas rojas
En un hermoso día de sol, la pequeña Valentina se columpiaba en su hamaca verde bajo la sombra de un frondoso árbol. Vestía un pantalón verde y una remera rosa que ondeaba al compás de su movimiento. Mientras se balanceaba, observó a lo lejos una casa de tejas rojas con un ventanal grande y cortinas del mismo color. Decidió que era hora de explorar ese misterioso lugar.
Se acercó a la casa y tocó la puerta. Nadie respondió, así que Valentina decidió asomarse por la pequeña ventana sobre la puerta. ¡Qué sorpresa! Vio un sinfín de objetos curiosos y coloridos. Decidió aventurarse y se adentró en la casa. La habitación estaba llena de libros, juguetes y cuadros maravillosos.
De repente, escuchó una voz suave que le hizo dar un salto. Era una gatita con manchas naranjas, que se acercó ronroneando. Valentina se acercó con cuidado y la acarició. La gatita parecía invitarla a seguir explorando la casa. Juntas recorrieron cada rincón, descubriendo nuevos tesoros y secretos escondidos.
Mientras exploraban, Valentina encontró una caja llena de crayones y papel. Empezó a dibujar y la gatita se recostó a su lado. Entonces, Valentina tuvo una idea: ¿por qué no hacer un mural en la pared vacía del salón? La gatita maulló emocionada, así que Valentina comenzó a dibujar. Mientras lo hacía, la gatita le contaba historias de aventuras y amistades. Juntas, crearon un mural mágico que contaba la historia de una niña valiente y su amiga gatita.
Horas más tarde, los rayos del sol empezaron a teñir la habitación, una luz cálida bañó el salón. Valentina y la gatita habían creado algo increíble. Al volver a su casa, Valentina llevaba consigo un recuerdo inolvidable, la amistad de la gatita y el mural que habían pintado juntas.
Desde ese día, Valentina comprendió que la verdadera aventura está en la creatividad, la amistad y en la exploración de nuevos lugares y personas. Y así, cada día se convertía en una nueva aventura para ella.
FIN.