El Día de la Madre en familia
En un barrio muy colorido y alegre vivía la señora Rosa, una madre cariñosa y amorosa que siempre estaba pendiente de sus hijos.
Tenía dos hijos muy especiales: Marco, al que todos llamaban Ratón por su agilidad, y Carlos, su esposo, un hombre trabajador y atento. El Día de la Madre se acercaba, y Ratón y Carlos estaban emocionados por sorprender a la señora Rosa con regalos especiales. Habían preparado dos obsequios llenos de amor y creatividad.
El primero era un par de zapatillas rosadas con orejitas en la punta que ellos llamaban —"puchitillas" , porque eran tan tiernas como un peluche.
- ¡Mamá va a amar estas puchitillas! - exclamó Ratón emocionado mientras las envolvía con papel brillante. Carlos asintió sonriendo: - Sí, seguro que se le iluminará el rostro al verlas. Pero eso no era todo. La otra sorpresa era algo especial para las tardes de domingo en familia.
Era un juego de mesa hecho a mano por Ratón, donde cada ficha representaba momentos felices compartidos juntos. Estaba decorado con colores vivos y mensajes llenos de gratitud hacia la señora Rosa.
El día llegó, y la señora Rosa se despertó con una postal llena de corazones en su mesita de noche. En ella, Ratón y Carlos le expresaban cuánto la querían y lo agradecidos que estaban por todo lo que había hecho por ellos.
La emoción invadió el corazón de la madre al leer las dulces palabras escritas con tanto amor. Después del desayuno familiar, llegó el momento tan esperado de los regalos.
La señora Rosa abrió primero las puchitillas y no pudo contener su alegría al ver lo adorables que eran. - ¡Ay qué hermosas son estas zapatillas! ¡Gracias mis amores! - exclamó mientras se las probaba felizmente. Luego llegó el turno del juego de mesa dominical.
Al destapar la caja hecha a mano, lágrimas de emoción brotaron en sus ojos al ver cada detalle cuidadosamente elaborado por Ratón. - ¡Esto es maravilloso! No tengo palabras para expresar lo feliz que me hacen sentir - dijo entre sollozos mientras abrazaba a sus dos hombres favoritos.
Esa tarde jugaron juntos en familia recordando viejas anécdotas e imaginando nuevas aventuras gracias al juego creado por Ratón. La casa se llenó de risas y complicidad entre madre e hijos, fortaleciendo aún más los vínculos afectivos que los unían.
La señora Rosa comprendió en ese día especial cuánto valor tenían esos gestos simples pero cargados de amor verdadero.
Y así, entre juegos y abrazos sinceros, celebraron juntos el Día de la Madre como nunca antes lo habían hecho: en unidad familiar y plenitud emocional.
FIN.