El Día de la Puertorriquenidad



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de niños que se preparaban para celebrar el Día de la Puertorriquenidad en la escuela. Este día era especial porque les recordaba la importancia de la cultura puertorriqueña y su conexión con la isla del Caribe.

Los niños, liderados por Sofía, entusiasta y curiosa, se sentaron en un círculo en el patio de la escuela.

"¡Hoy vamos a aprender sobre Puerto Rico!" - dijo Sofía emocionada.

"¿Por qué es tan importante?" - preguntó Lucas, el más travieso del grupo.

"¡Ay, Lucas!", respondió Juan, un niño que siempre tenía un libro bajo el brazo. "Puerto Rico tiene una historia maravillosa, llena de música, colores, y tradiciones hermosas."

Mientras los niños intercambiaban ideas, Doña Clara, la maestra de historia, se unió a ellos.

"¡Perfecto! Hoy tendremos una aventura especial para conocer más sobre Puerto Rico. Vamos a dividirnos por equipos y hacer una búsqueda del tesoro. Cada pista que encontremos nos enseñará algo nuevo sobre la isla."

Los niños se entusiasmaron. Pronto formaron dos equipos: las Tortugas y los Caballeros de la Isla. Los equipos comenzaron a correr en diferentes direcciones por el patio, buscando las pistas escondidas.

La primera pista llevó a las Tortugas a un árbol frondoso donde encontraron una tarjeta que decía: ‘¿Qué es el coquí? ’.

"¡Es una rana!" - gritó Valentina, quien siempre había soñado con visitar Puerto Rico.

"Sí, y es famosa por su canto. ¡Vamos a buscar la próxima pista!" - dijo Miguel, escuchando los soniditos que hacía el coquí y emocionándose.

Mientras tanto, los Caballeros de la Isla encontraban un sombrero de paja en la base de un banco. La tarjeta decía: ‘¿Qué es el sombrero vueltiao? ’.

"¡Es un sombrero tradicional!" - explicó Camila, que había investigado sobre la cultura puertorriqueña.

"Bien, cada pista nos muestra algo hermoso de la cultura de Puerto Rico", agregó Alán.

Las pistas continuaron llevándolos a un cartel que tenía la imagen de un plátano, luego a otro con bailes típicos como la salsa siempre acompañados de colores vibrantes y una lista de alimentos como el arroz con gandules. Sin darse cuenta, el intermedio se había vuelto una competencia amistosa llena de risas.

Finalmente, después de muchas risas y juegos, los dos equipos se reunieron en el centro. Doña Clara los esperaba, sonriendo.

"¿Qué aprendieron hoy?" - preguntó, mirando a los niños con expectación.

Las Tortugas hablaron de la belleza de la música puertorriqueña.

"¡La salsa! Es tan divertida para bailar" - exclamó Sofía.

Los Caballeros de la Isla compartieron sobre el delicioso mofongo y los coquíes.

"Y que los coquíes cantan todas las noches en Puerto Rico" - agregó Lucas con una sonrisa.

"Maravilloso, ¡ahora saben un montón!" - dijo Doña Clara con alegría.

"Pero, ¿sabían que no solo se trata de la cultura puertorriqueña?" - preguntó Sofía, su mirada brillando con curiosidad.

En ese momento, Alán agregó:

"Lo más importante es valorar todas las culturas, no solo la puertorriqueña. Cada una tiene su propio ritmo, su propia historia que contar. ¡Como nuestra hermosa Argentina!"

Todos coincidieron y, antes de regresar al aula, tomaron un momento para compartir sus sueños y deseos. Sofía quería ser bailarina, Valentina soñaba con visitar la isla, y Lucas quería aprender a tocar el cuatro, el instrumento musical puertorriqueño.

Esa tarde, con el corazón lleno de nuevos sueños y aprendizajes, los niños se despidieron. La amistad, la diversidad y el amor por las culturas se hicieron visibles en sus sonrisas y risas.

Mucho después, cada uno de ellos se convirtió en un embajador de la cultura puertorriqueña y de las tradiciones argentinas, buscando siempre aprender y compartir lo que entendían. Así, cada Día de la Puertorriquenidad se convertía no solo en una celebración de una cultura lejana, sino en un día para apreciar sus propias raíces y recordar que, en el mundo, hay un sinfín de colores, sabores y melodías que nos unen.

Y así, con cada año que pasaba, el pequeño pueblo argentino siguió celebrando con amor, música y baile, recordando que cada cultura es un valioso tesoro que debemos conservar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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