El día de la suerte perdida
Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Mateo, quien siempre creía tener mala suerte. Todas las mañanas, al despertarse, se tropezaba con sus propios pies o se le derramaba el desayuno.
Un día, Mateo decidió emprender un viaje en busca de la suerte. En su camino, conoció a un sabio anciano que le dijo: "La suerte no se encuentra, se crea con tus acciones y pensamientos positivos". Mateo no entendía muy bien, pero decidió seguir adelante.
En su travesía, ayudó a un pajarito herido, compartió su comida con un hambriento y ayudó a un anciano a cruzar la calle. Poco a poco, Mateo comenzó a notar cambios en su vida.
Las cosas ya no se le caían, no se le perdían los objetos, y todo parecía fluir mejor. Al final de su viaje, el sabio anciano le dijo: "Ves, la suerte no estaba perdida, solo necesitabas abrir tu corazón y compartir tu bondad con el mundo".
Desde ese día, Mateo comprendió que la suerte no se trata de tener cosas buenas sucediendo, sino de ser una persona buena para que las cosas sucedan.
Y así, su mala suerte se convirtió en buena suerte, gracias a su actitud y bondad.
FIN.