El día de las emociones
Era un hermoso día soleado en el barrio de Amir y Yanis. La brisa suave acariciaba sus rostros mientras jugaban en el jardín de su casa. Amir, el mayor de los dos hermanos, siempre cuidaba de Yanis, quien lo miraba con admiración.
"¡Mirá cómo me subo al árbol!" - dijo Amir, trepando con destreza entre las ramas. Yanis aplaudió emocionado.
"¡Yo quiero subir!" - gritó, saltando en su lugar.
"Espera, pequeño. Todavía no podés hacerlo sin que me dé miedo. Mejor juguemos a buscar piedras!" - le respondió Amir.
Así comenzaron a buscar piedras de todos los tamaños y formas. Pero en un instante, mientras Amir se concentraba en encontrar la piedra más grande, Yanis decidió explorar más lejos.
"¡Mirá, Amir! ¡Encontré una roca dorada!" - gritó Yanis, emocionado.
Amir se giró rápidamente y, al ver que su hermano se alejaba, sintió un pequeño nudo en su estómago.
"Yanis, ¡ven aquí! No te alejes tanto" - le gritó con un tono de preocupación.
Pero Yanis estaba tan entusiasmado con su descubrimiento que no escuchó y siguió explorando. De repente, se dio cuenta de que estaba solo y comenzó a llorar.
"¡Amir!" - gritó con lágrimas en los ojos.
Al escuchar la angustia de su hermano, Amir rápidamente corrió hacia él.
"¡Ya voy, Yanis! No te preocupes, estoy aquí" - lo consoló, abrazándolo con fuerza.
Yanis se sintió aliviado y dejó de llorar.
"¿Por qué lloré?" - preguntó con su voz temblorosa.
"A veces, cuando nos sentimos solos o asustados, nuestras emociones son muy fuertes. Pero siempre podemos buscar la ayuda de alguien" - explicó Amir, acariciándole la cabeza.
"Sí, pero a veces no sé qué hacer con esas emociones" - confesó Yanis limpiándose las lágrimas.
"Mirá, hoy aprendí que expresar lo que sentimos es importante. A veces me da miedo lo que no conozco. Pero hablarlo me ayuda" - dijo Amir pensativo.
Juntos, decidieron hacer un juego para aprender a manejar sus emociones. Juntaron piedras de diferentes colores y cada uno les dio un nombre según cómo se sentían: la piedra roja representaba la rabia, la azul la tristeza, y la amarilla la alegría.
"¡Esta es la piedra de la alegría!" - dijo Amir, levantando una brillante.
"Y esta es la de la tristeza... Es normal sentirla, Amir?" - preguntó Yanis observando una piedra gris.
"Sí, pequeño. Sentir tristeza es parte de la vida. Pero es mejor hablarlo y no guardarlo" - le respondió Amir.
Con el tiempo, los hermanos se fueron turnando para compartir cómo se sentían mientras jugaban con las piedras. Así, lograron entender que cada emoción tenía su razón de ser y que podían apoyarse el uno al otro.
Un buen rato después, decidieron que sería bueno hacer un mural de piedras en el jardín para recordar el juego.
"¡Voy a dibujar una carita feliz!" - dijo Amir mientras hacía un gran sol sonriente en el papel.
"Y yo una de tristeza... porque aprendí que está bien también sentirse así" - agregó Yanis, que aunque pequeño, quiso hacer su parte.
Al finalizar la tarde, su mural brillante de emociones ya estaba hecho. Amir miraba con orgullo su trabajo.
"¡Lo hicimos juntos!" - exclamó.
"Sí, somos un gran equipo" - respondió Yanis, mientras se calmaba por el cansancio y la alegría de haber aprendido.
Desde ese día, Amir y Yanis supieron que podían hablar sobre sus emociones y que juntos podrían enfrentar cualquier cosa. La hermandad y la comunicación se convirtieron en sus mejores aliados para navegar a través de sus pequeños mundos.
Y así, los dos hermanos aprendieron una lección valiosa: que las emociones son parte de la vida, y juntos podían compartirlas y aprender de ellas.
"Te quiero, Yanis" - dijo Amir mientras lo abrazaba.
"¡Y yo a vos, Amir!" - respondió Yanis sonriente.
Y así fue como, con cada juego y cada diálogo, la relación entre Amir y Yanis se fortalecía haciendo del jardín un lugar especial, lleno de amor, colores y emociones compartidas.
FIN.