El día de las frutas perdidas


Lina e Isaías eran dos hermanos que adoraban jugar juntos. Les encantaba correr por el jardín y pasar horas jugando a las escondidas. Un día, su mamá los llevó al mercado para comprar frutas y verduras.

Mientras su mamá estaba ocupada seleccionando las frutas, Isaías decidió esconderse para empezar a jugar a las escondidas. Lina buscó por todos lados, pero no podía encontrar a su hermano.

Comenzó a preocuparse y corrió de un lado a otro, llamando su nombre sin obtener respuesta. De repente, vio una pequeña mano robando algunas frutas del puesto de manzanas. Se acercó sigilosamente y descubrió que era Isaías escondido allí, comiendo frutas y riendo.

Isaías se sintió avergonzado por haberse perdido, pero Lina lo abrazó y le dijo que estaba bien, que lo importante era que estuviera a salvo.

Desde ese día, los dos hermanos aprendieron la importancia de no separarse sin avisar, pero también descubrieron que siempre podían contar el uno con el otro, sin importar qué. Al final del día, volvieron a casa con montones de frutas y una bonita lección aprendida: la familia siempre está ahí para cuidarse mutuamente.

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