El día de los regalos intergalácticos



Era una hermosa mañana en el CEIP Robines. El sol brillaba y los niños estaban emocionados porque se acercaba la Navidad. Sin embargo, esta no iba a ser una Navidad común y corriente.

Mientras los niños de primer grado preparaban sus cartas para Papá Noel, un pequeño perro llamado Max, con su pelaje marrón y grandes ojos curiosos, estaba olfateando entre los árboles del patio.

"¡Guau! ¡¿Qué es eso? !" -exclamó Max, al ver una luz brillante surcando el cielo.

Los niños miraron al cielo, y vieron cómo el objeto volador se hacía cada vez más grande.

"¡Es un OVNI!" -gritó una de las nenas, asombrada.

El objeto aterrizó suavemente en el campo de deportes del colegio. De él descendieron tres seres extraños, con cabezas grandes y cuerpos delgados. Llevaban trajes que destellaban en colores deslumbrantes.

"¡Hola, terrícolas!" -dijeron los alienígenas al unísono, dando un paso hacia adelante.

"Venimos en paz y traemos regalos para todos los niños de este planeta, pero tenemos una misión importante. ¡Necesitamos su ayuda!" -agregó el más alto de ellos, que se presentó como Zorp.

Los niños, intrigados y un poco asustados, se acercaron cautelosamente.

"¿Qué tipo de ayuda necesitan?" -preguntó Tomás, un niño aventurero del grupo.

"Nuestra nave ha perdido su batería mágica, y solo ustedes pueden ayudar a encontrarla. Es una esfera brillante que puede estar en cualquier parte del colegio" -dijo Zorp.

Max,, el perrito, sintió un cosquilleo en su pancita. Era como si un poder especial lo impulsara a actuar.

"¡Yo puedo ayudar!" -ladró Max muy emocionado.

Entonces, los niños se dieron cuenta de que Max podría oler la batería.

"¡Sí, Max! Tú puedes ser el mejor buscador!" -dijo Ana, una niña que adoraba a los animales.

Y así, Max se puso a buscar. Olfateó la esquina del patio, corrió hacia el salón de música, y de repente, ¡olfateó algo raro!"¡Guau! ¡Aquí huele especial!" -gritó Max mientras corría hacia detrás de un arbusto.

Los niños lo siguieron y encontraron una esfera luminosa tirada en el suelo.

"¡Es la batería mágica!" -gritaron todos al unísono.

"¡Buen trabajo, Max!" -exclamó Zorp, encantado.

Cuando los alienígenas recibieron la battery de vuelta, se mostraron muy agradecidos.

"¡Ahora podemos llevar los regalos a cada rincón del planeta!" -dijo Zorp.

"Pero antes, queremos hacer algo especial. Vamos a enseñarle a ser regalos también en la vida diaria. ¿Listos para aprender?" -se entusiasmó el pequeño alienígena llamado Blip.

Seguido por los niños, los alienígenas les explicaron que en su planeta, cada regalo era una forma de dar alegría y amor.

"¡Ustedes pueden ser regalos todos los días!" -insistió Blip.

"¡Sí! Ayudando a otros, sonriendo o simplemente siendo amables. ¡Eso es lo que cuentan!"

Los niños, después de escuchar esto, se sintieron inspirados.

"¿Por qué no hacemos una fiesta de regalos y compartimos lo que tenemos?" -sugirió Sofía, llena de entusiasmo.

"¡Sí, hagamos una fiesta de amistad!" -gritó Tomás.

Así que, mientras los alienígenas ofrecían dulces y juegos, los niños trajeron cosas de sus casas para compartir, no solo regalos, sino también risas y alegría.

En medio de la fiesta, Papá Noel apareció mágicamente, volando en su trineo tirado por renos, con una gran sonrisa.

"¿Escuché sobre una fiesta de regalos? ¡Estoy justo a tiempo!" -dijo.

"¡Papá Noel!'' -gritaron los niños emocionados.

"Los alienígenas nos han enseñado que cada uno de nosotros puede ser un regalo. Trabajando juntos, hemos compartido y aprendido sobre la amistad y la generosidad. ¡Eso es lo mejor de la Navidad!"

"¡Feliz Navidad, terrícolas!" -gritaron los alienígenas, entre risas.

Y así, en el CEIP Robines, se celebró la mejor Navidad de todas. Max, el perro, se convirtió en el héroe del día, recordando a todos que un pequeño acto de bondad puede brillar más que cualquier regalo en el mundo.

Desde entonces, todos los años, los niños del CEIP Robines celebraban la fiesta de los regalos intergalácticos, recordando siempre que compartir felicidad es el mejor regalo de todos.

FIN.

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