El Día del Estudiante Valiente
Había una vez en un rincón de la Argentina, un grupo de estudiantes que se preparaban para celebrar el Día del Estudiante. A pesar de que la situación en el país no era la mejor, ellos soñaban con un futuro lleno de risas y libertad. El día anteriormente, en la escuela de Don Roberto, una maestra apasionada por la enseñanza, los chicos estaban ansiosos.
"¡Mañana es nuestro día!", decía Sofía, una niña de 12 años que amaba leer cuentos de aventuras.
"Sí, y haremos una gran fiesta en el patio", respondió Juan, con una gran sonrisa.
"Yo traigo empanadas", agregó Lucas, mientras movía su mochila.
A pesar de la alegría, había un aire de preocupación entre ellos. La dictadura militar había comenzado hacía unos años y muchos de sus amigos estaban ausentes. Algunos de ellos se habían ido del país y otros aún estaban en la lucha.
Al día siguiente, los estudiantes llegaron con globos y juegos. La fiesta empezó con música y risas, pero a medida que la tarde avanzaba, se sintieron extraños.
"¿Se dieron cuenta que falta mucha gente?", preguntó Ana, con un tono más serio.
"Sí, parece que la dictadura nos ha separado", respondió Juan con tristeza.
Fue entonces cuando Don Roberto se acercó a ellos.
"Chicos, permítanme contarles una historia", dijo con voz firme, mirándolos a los ojos.
Los estudiantes lo rodearon y escucharon con atención.
"Había una vez un grupo de jóvenes valientes que lucharon por un mundo mejor. Se enfrentaron a la adversidad, no con armas, sino con amor y determinación. Juntos, soñaban con un futuro lleno de risas y libertad. Aunque no todos estaban presentes, su espíritu siempre vivió en el corazón de quienes continuaron la lucha."
Los niños lo miraron con admiración.
"Pero Don Roberto, ¿qué podemos hacer nosotros?", preguntó Sofía.
Don Roberto sonrió y dijo:
"Pueden seguir soñando y luchando por esos valores. Recuerden que cada pequeño gesto cuenta. La amistad, la bondad y la educación son sus mejores armas. Vamos a hacer un mural en homenaje a esos estudiantes valientes que no están aquí para que nunca olvidemos su sacrificio."
Los niños se llenaron de energía y rápidamente comenzaron a diseñar el mural. Cada uno aportó una cosa que representaba su deseo de un mundo mejor. Sofía pintaba un libro abierto, Juan dibujaba un sol radiante y Ana escribió palabras de esperanza. Cuando terminaron, el mural era un hermoso paisaje lleno de colores y sueños.
De repente, un grupo de personas que pasaban se detuvo a mirar el mural. Entre ellas, había una mamá de uno de los chicos que se había ido.
"¡No puedo creer lo hermosa que es esta obra!", exclamó.
"Es un homenaje a quienes luchan por la libertad", explicó Lucas.
Esa noche, el mural atrajo la atención de más vecinos que empezaron a unirse. Don Roberto organizó una reunión en la escuela para que todos pudieran compartir sus historias y recuerdos. La escuela se convirtió en un lugar de encuentro.
Uno de los padres, que había sido estudiante en la época de la dictadura, se acercó al grupo y les dijo:
"Lo que están haciendo es increíble. Nunca dejen de soñar y luchar por sus ideales."
Al finalizar el año, la escuela decidió hacer un acto en el Día del Estudiante para recordar a todos los que habían hecho sacrificios en el pasado. Los chicos presentaron el mural y contaron su historia. Lloraron, reían y aplaudieron juntos.
"Este es un legado para los futuros estudiantes", concluyó Sofía.
"Que nunca olviden la fuerza de la amistad y la esperanza."
Así, con su valentía y creatividad, los pequeños estudiantes no solo celebraron su día, sino que también se convirtieron en portadores de un legado de valor y bondad, demostrando que, aunque a veces la vida puede ser dura, siempre hay forma de encontrar la luz en la oscuridad.
Desde ese momento, cada Día del Estudiante se convirtió en una celebración de sueños y valentía, un recordatorio de que juntos, pueden construir un futuro mejor.
FIN.