El Día del Gran Gato
En un pequeño pueblo, había una escuela de arte donde todos los niños aprendían a pintar, esculpir y dibujar. La escuela estaba dirigida por un simpático maestro llamado Don Lucho, un artista talentoso con un gran corazón. Un día, Don Lucho decidió organizar un espectáculo en el que los niños pudieran mostrar sus obras de arte. Todos estaban entusiasmados y comenzaron a trabajar muy duro para que el evento fuera un éxito.
Entre los estudiantes, había una niña llamada Sofía, que quería hacer un enorme mural de un gato. "¡Va a ser el gato más grande y colorido del mundo!", decía ella con una gran sonrisa. Le pidió ayuda a su amigo Tomi, quien siempre estaba dispuesto a ayudarla, así que juntos comenzaron su gran proyecto.
"¿Qué colores elegimos, Sofía?", preguntó Tomi.
"¡Todos! ¡Quiero que sea un gato gigante lleno de colores!", respondió Sofía emocionada.
Pero mientras pintaban, algo inesperado sucedió. Sofía, al tratar de alcanzar un lugar alto en el mural, se cayó de una escalera pequeña. Se golpeó un poco el brazo y se asustó. Tomi corrió hacia ella con preocupación.
"¡Sofía! ¿Estás bien?", preguntó preocupado.
"¡Me duele un poco, pero creo que estoy bien!", respondió Sofía, aunque un poco adolorida.
Don Lucho vio lo que sucedió y rápidamente corrió hacia los niños.
"Sofía, debes descansar un momento. La seguridad es lo más importante. No queremos que nadie se lastime mientras trabaja en su arte", dijo Don Lucho con voz amable.
"Sí, maestro. Pero quiero terminar el mural", contestó Sofía, algo desanimada.
Don Lucho pensó un momento y luego dijo:
"Entiendo, Sofía. Pero a veces, cuando algo no sale como uno espera, hay que buscar otra forma de hacerlo. Te voy a enseñar a utilizar herramientas que son más seguras. Pequeños accidentes pueden ser lecciones grandes."
Así que Don Lucho llevó a todos los niños a un rincón especial del taller. Allí había herramientas adecuadas y materiales que podían usar sin arriesgarse. También les explicó cómo hacer un mural sin necesidad de estar en la escalera. Sofía miró todo entusiasmada.
"¡Esto es genial!", exclamó Sofía con su ojo artístico brillando.
"Y no solo eso", continuó Don Lucho, "sino que también vamos a hacer de este mural algo colaborativo. Todos pueden aportar su parte."
Los niños se llenaron de entusiasmo y empezaron a trabajar juntos. Sofía, aunque no pudo pintar su mural en la escala que soñaba, se convirtió en la diseñadora, y sus compañeros comenzaron a pintar bajo su guía. En lugar de un único gato, el mural se transformó en un hermoso paisaje lleno de gatos de diferentes tamaños y colores, cada uno formado por las manos de sus amigos.
El día del espectáculo, el mural fue una sensación. Todos los padres, amigos y vecinos vinieron a admirar la obra de arte. Allí estaba el gran gato, que reflejaba la creatividad y el trabajo en equipo de todos los niños.
"¿Ves, Sofía? A veces, los accidentes pueden llevarnos a algo aún más hermoso", le dijo Don Lucho mientras todos aplaudían.
"¡Sí, maestro! Me siento feliz de que no me haya lastimado tanto y de que hemos hecho algo fantástico juntos!", respondió Sofía, sonriendo.
El evento fue un éxito rotundo. Los niños aprendieron una valiosa lección sobre la seguridad y el trabajo en equipo, y Sofía descubrió que a veces los caminos alternativos pueden llevar a resultados sorprendentes y bellos. Desde aquel día, cada vez que alguien en la escuela tenía una idea, todos recordaban lo que habían logrado juntos ese día. Y así, la escuela de arte se volvió un lugar donde las ideas y la creatividad no tenían límites, ¡ni tampoco la diversión!
FIN.