El día del picnic solidario



Había una vez una hermosa familia que decidió pasar un día de picnic en el campo.

La mamá preparó deliciosas empanadas, el papá llevó la parrilla para hacer un asado, los dos hijos estaban emocionados por jugar al fútbol y la hija se encargaba de cuidar a los dos perros traviesos. - ¡Vamos a jugar al fútbol! - gritó emocionado Tomás, el hijo mayor. - ¡Sí! ¡Será divertido! - respondió Lucas, su hermano menor.

Los dos comenzaron a jugar mientras sus padres los observaban con alegría. Los perros corrían detrás de la pelota y todos reían felices. Sin embargo, en medio del juego, Lucas pateó la pelota con tanta fuerza que accidentalmente golpeó la cara de Tomás.

- ¡Ay! ¡Eso dolió mucho! - exclamó Tomás llevándose las manos a la cara. Lucas se sintió muy mal por lo sucedido y empezó a llorar. La mamá corrió hacia ellos para ver qué había pasado.

- ¿Estás bien, Tomás? ¿Qué pasó? - preguntó preocupada. - Fue un accidente, mamá. No fue intencional - explicó Lucas entre sollozos. La mamá abrazó a ambos niños y les recordó lo importante que es ser cuidadosos cuando juegan para evitar accidentes.

Les enseñó que siempre deben tener en cuenta la seguridad de los demás y pedir disculpas si hacen daño sin querer. Después de unos minutos, Tomás ya se sentía mejor y le sonrió a su hermano pequeño.

- Está bien, Lucas. Sé que no lo hiciste a propósito. Sigamos jugando con más cuidado esta vez - dijo Tomás extendiendo su mano hacia su hermano. Lucas secó sus lágrimas y tomó la mano de Tomás con gratitud.

Los dos volvieron al juego pero esta vez teniendo más precaución y evitando cualquier situación riesgosa. La familia continuaba disfrutando del picnic juntos, aprendiendo una valiosa lección sobre responsabilidad y empatía.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, los cinco miembros de la familia se abrazaron fuertemente mientras contemplaban el bello paisaje campestre que los rodeaba. Habían vivido momentos inolvidables llenos de diversión, amor y aprendizaje mutuo.

Y así concluyeron ese maravilloso día en el campo: con risas compartidas, abrazos sinceros y unidos como una verdadera familia dispuesta siempre a apoyarse unos a otros en las buenas y en las malas.

FIN.

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