El día del rallo caluroso



Era un día de verano en el pueblito de Solcito, donde los rayos del sol brillaban con toda su fuerza. Los niños estaban emocionados, porque era el famoso "Día del Rallo Caluroso", una celebración que se hacía cada año para recordar la importancia de cuidar el agua. En este día, la escuela organizaba un concurso de ideas para ahorrar agua.

Entre los niños, estaban Tomás, un chico curioso que siempre tenía ideas locas, y Sofía, su mejor amiga, que era muy buena en matemáticas.

"¿Qué te parece si hacemos un rayo de sol gigante con botellas plásticas para mostrar cómo el sol calienta el agua y la hace evaporar?", sugirió Tomás.

"¡Me encanta la idea! Y podríamos calcular cuánta agua se evaporaría en un día soleado. Así podríamos explicar a todos por qué es importante no desperdiciar”, respondió Sofía, entusiasmada.

Los dos amigos se pusieron manos a la obra. Reunieron botellas plásticas, cartón y mucha pintura. Mientras trabajaban, Marta, la profesora, se acercó a ver qué estaban haciendo.

"¿Y ustedes qué inventan por aquí?", preguntó Marta con una sonrisa.

"Hacemos un rayo de sol gigante para el concurso. Ayudará a que la gente entienda la importancia de cuidar el agua", explicó Tomás.

- “¡Qué gran idea! Recuerden explicar su proyecto de manera clara para que todos lo entiendan. ¡El conocimiento es la clave para cuidar nuestro planeta!", animó Marta.

Finalmente, el día del concurso llegó. Los niños presentaron sus trabajos en un hermoso parque, decorado con muchas ideas creativas sobre cómo utilizar el agua de manera responsable. Había riego por goteo, sistemas de lluvia, y hasta un juego de preguntas sobre el agua que había creado un grupo de chicos. Sin embargo, Tomás y Sofía se sentían un poco nerviosos.

"¿Qué pasa si no les gusta nuestra idea?", le dijo Sofía a Tomás.

"No te preocupes. Lo importante es haber hecho algo juntos y que la gente aprenda. ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros!", respondió Tomás, tratando de calmarla.

Cuando llegó su turno, tomaron un profundo respiro y se pusieron frente a todos. Sofía comenzó a explicar cómo habían creado el rayo de sol gigante y cómo el sol calentaba el agua de los ríos, los lagos... ¡y hasta de nuestras casas!"Si no cuidamos el agua, esa misma agua que se evapora puede escasear. Así que debemos aprender a reutilizarla y a no desperdiciarla", añadió Tomás, señalando su propuesta.

Todos escuchaban con atención. De repente, Marta se acercó y le hizo una pregunta.

"¿Cuál es una manera fácil de empezar a cuidar el agua todos los días?", preguntó, sonriendo.

Sofía, un poco sorprendido, respondió rápidamente.

"Podemos cerrar la canilla mientras nos lavamos los dientes, ¡es muy simple! Y también podemos usar un balde para juntar agua del grifo mientras esperamos a que salga caliente".

La audiencia aplaudió y después de una jornada maravillosa, se anunciaron los ganadores. A pesar de que no ganaron el primer premio, Tomás y Sofía se fueron a casa con una gran sonrisa.

"Lo importante es que hicimos algo que puede ayudar a muchos. ¡Y lo pasamos genial juntos!", dijo Tomás.

"Sí, y aunque no ganamos, aprendimos muchísimo. El próximo año tenemos que hacer otra cosa, ¡y mejor!", agregó Sofía.

Desde ese día, Tomás y Sofía no sólo se hicieron más amigos, sino que también comenzaron una campaña en su escuela para seguir enseñando a otros sobre la importancia de cuidar el agua. Juntos aprendieron que cada pequeño esfuerzo cuenta y que aunque a veces no se gane el primer premio, lo que realmente importa es la intención de hacer el bien y ayudar a otros.

Y así, en el pueblito de Solcito, el comercio, los vecinos y todos los niños siguieron celebrando el Día del Rallo Caluroso cada año, siempre recordando la importancia del agua, una verdadera joya de la vida.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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