El Día del Uniforme Brillante
Era una mañana como cualquier otra en el barrio de Mia. Pero hoy, el despertador decidió no sonar. Cuando Mia abrió los ojos, ya era tarde. - ¡Ay, no! ¡Me levantaré tarde! - exclamó mientras se miraba en el espejo, con el cabello desordenado y los ojos aún pegados por el sueño.
Mia se vistió rápidamente, pero al abrir el armario se dio cuenta de que había olvidado lavar su uniforme del colegio. - ¡Oh no! - gritó, un poco angustiada. Su uniforme estaba sucio y arrugado en la esquina de su cama.
Sin pensarlo dos veces, se puso una camiseta de color amarillo que le había regalado su abuela y un pantalón que no combinaba para nada. - ¡No importa, lo que importa es que llego a tiempo! - dijo Mia mientras se apresuraba a salir.
Al llegar al colegio, se dio cuenta de que todos sus compañeros estaban luciendo su uniforme brillante y reluciente. - Mia, ¿por qué no llevas tu uniforme? - preguntó su amiga Clara, con los ojos muy abiertos. - Eh... se me olvidó lavarlo - respondió Mia, sintiéndose un poco avergonzada.
El maestro de educación física, el señor Gómez, también notó que Mia no llevaba el uniforme. - Mia, ¿qué ha pasado? - preguntó con voz suave.
- Se me olvidó, señor, pero prometo que la próxima vez lo tendré listo - explicó Mia, inclinando un poco la cabeza.
- Todos podemos tener días complicados. Pero, ¿sabes qué? Lo importante es que siempre aprendemos de nuestros errores - dijo el señor Gómez con una sonrisa.
Mia se sintió un poco mejor. Sin embargo, el resto del día la incomodidad la acompañó. Todos sus amigos la animaban y le decían cosas amables. - ¡Tu camiseta amarilla es muy linda! - dijo Lucas. - ¡Te ves diferente, pero aún así cool! - agregó Clara.
Después del recreo, la profesora de arte decidió hacer una actividad grupal donde los niños debían dibujar un uniforme brillante y lleno de color. Mia miró sus lápices de colores y luego miró a sus compañeros. A ella no se le daba bien dibujar, pero decidió intentarlo. Comenzó a dibujar su uniforme con muchos colores y detalles.
- ¡Miren, chicos! ¿Qué les parece? - preguntó, sosteniendo su dibujo. Todos se aproximaron para verlo.
- ¡Es hermoso, Mia! - exclamó Clara. - Deberías ponerte ese uniforme para todos los días de clase - bromeó Lucas. - Estás en la onda, Mia - agregó Clara riendo.
Eso hizo que Mia se sintiera un poco más segura de sí misma. Durante la clase, se dio cuenta de que lo más importante no eran ni los uniformes ni cómo lucían, sino cómo se sentían y se apoyaban entre ellos. Al final del día, el señor Gómez premió a todos los niños por sus creaciones. - Hoy, quiero que todos celebremos la diversidad - dijo el maestro. - Cada uno es único y especial, y eso es lo que realmente importa.
Mia se fue a casa con una gran sonrisa. Había aprendido que los errores a veces pueden ser oportunidades para expresar nuestra creatividad y que el apoyo de los amigos puede hacer que cualquier día difícil se vuelva mejor.
Al llegar a casa, se prometió que el próximo día sería diferente. - Mañana lavaré mi uniforme, ¡y lo dejaré listo! - se dijo a sí misma. Y así, cada mañana, no sólo se aseguraba de que su uniforme brillara, sino que también se acordaba de lo valioso que era ser auténtica y tener el apoyo de amigos que la querían tal como era.
FIN.