El día en que Chuyito escribió y leyó su nombre por primera vez
Era un día soleado en el pequeño barrio de Pequeñolandia, y todos los niños estaban emocionados. Era el día de la gran fiesta de la escritura en la escuela. Chuyito, un niño curioso y valiente, no podía dejar de pensar en lo que iba a suceder. Sabía que tenía que practicar su escritura para poder participar en los juegos y actividades que tendrían lugar más tarde.
Cuando llegó a la escuela, su maestra, la Sra. Linda, les dio una hoja en blanco y un lápiz a cada uno.
"Hoy vamos a escribir nuestros nombres", dijo la Sra. Linda con una sonrisa. "Quiero ver cuántos pueden hacerlo por sí mismos."
Los niños comenzaron a escribir, pero Chuyito se quedó un poco nervioso. Sabía que su nombre, Chuyito, no era tan fácil de escribir.
"¿Y si me equivoco?" susurró Chuyito a su amigo Tomás.
"No te preocupes, Chuyito. Lo importante es que lo intentes. Además, si te equivocas, puedes borrarlo y volver a hacerlo", le respondió Tomás con confianza.
Chuyito tomó aire y decidió intentar escribir su nombre. Con concentración, puso el lápiz sobre el papel.
"Vamos, Chuyito, ¡vos podés!" se dijo a sí mismo. Con movimientos decididos, empezó a trazar la 'C'.
Pero, cuando llegó a la 'h', se dio cuenta de que no estaba seguro de cómo hacerlo. Miró a su alrededor y vio que todos sus amigos estaban avanzando rápidamente.
"¿Cómo hiciste la 'h'", le preguntó a su compañera Valentina, que estaba justo al lado.
"Es fácil, solo seguí la línea hacia arriba y luego hacia abajo", le respondió Valentina, animada.
Siguiendo su consejo, Chuyito hizo su mejor esfuerzo y finalmente trazó la letra. Con cada letra, se sentía más y más seguro. Una vez que terminó de escribir “Chuyito”, miró su trabajo y una sonrisa iluminó su rostro. ¡Lo había hecho!
Pero el desafío no terminó ahí. La Sra. Linda les dijo que ahora debían compartir sus nombres en voz alta. Chuyito sintió que un nudo se formaba en su garganta.
"¿Y si no me escuchan?" pensó.
Sin embargo, Tomás lo animó.
"Solo tenés que hablar fuerte y claro. ¡Estamos todos juntos!"
Cuando fue su turno, Chuyito se acercó al frente con un poco de miedo. Miró a sus amigos y tomó aire.
"¡Soy Chuyito!" dijo con todas sus fuerzas.
Fueron aplausos y sonrisas por todo el aula. Chuyito sintió una oleada de emoción al darse cuenta de lo que había logrado.
Después de la actividad, la Sra. Linda les dijo a todos que podían decorar sus nombres.
"Pueden apoyarse en su creatividad, cada nombre es único y hermoso, igual que ustedes", les explicó.
Chuyito se dedicó a adornar su nombre con colores brillantes y dibujos divertidos. Se sintió como un verdadero artista.
"Mirá mi nombre, ¡es todo un mundo!", le mostró a Valentina, quien también estaba decorando el suyo.
"¡Qué lindo, Chuyito! Me encanta cómo usaste esos colores", respondió Valentina muy entusiasmada.
La fiesta de la escritura fue un éxito total. Los padres llegaron al final del día para admirar los trabajos de los niños y Chuyito estaba más feliz que nunca al ver que su nombre brillaba en el mural de la escuela.
"Hoy aprendí algo muy importante", le comentó a Tomás.
"Aunque me asuste, tengo que intentar. A veces las cosas más difíciles pueden traer una gran satisfacción."
Desde ese día, Chuyito supo que el poder de las palabras y su nombre eran parte de su identidad. Y cada vez que alguien preguntaba por él, sonreía sabiendo que tenía la confianza para decir:
"¡Soy Chuyito!"
Toda la escuela lo aplaudió y se sintió más seguro que nunca. Aquella fiesta fue la primera de muchas aventuras en las que Chuyito utilizaría su voz y su nombre con orgullo.
Y así, Chuyito no solo escribió su nombre por primera vez, sino que también descubrió la magia de ser quien era, ¡y eso, amigos, valía oro!
FIN.