El día en que conocimos a Don Lucas



Era una soleada mañana en la escuela primaria 'El Faro'. En el aula de cuarto grado, los estudiantes solían ser un poco inquietos. Hablaban sin parar, hacían ruido y, en general, no prestaban mucha atención a las clases. Su maestra, Don Lucas, era un docente querido, pero muchos de ellos lo veían como una figura de autoridad, más que como un amigo.

Un día, los padres de familia decidieron organizar un evento para fomentar el cariño hacia Don Lucas. '¡Vamos a hacer un día de compartir!', propuso una mamá, y todos estuvieron de acuerdo. Pensaron en preparar una merienda especial y contar historias sobre el docente.

El día del evento, el salón estaba decorado con globos de colores y dibujos que los niños habían hecho para Don Lucas. Al llegar, él se sorprendió y sonrió ampliamente.

- '¡Qué lindo todo esto! No sabía que me querían tanto', dijo, mientras miraba a los chicos entusiasmados.

Los padres habían preparado una hermosa mesa llena de cosas ricas. Había tortas, galletas, sándwiches y jugos. Era la oportunidad perfecta para compartir.

Durante la merienda, los niños comenzaron a contar historias sobre Don Lucas. Un chico llamado Martín tomó la palabra:

- 'Recuerdo cuando nos explicó la historia de los dinosaurios, ¡fue tan divertido! Se disfrazó de uno y nos hizo reír a todos.'

Las risas resonaban por todo el salón. Cada uno tenía anécdotas sobre momentos especiales con su docente. La mamá de Ana, una de las chicas más inquietas del aula, se acercó y le dijo a Don Lucas:

- 'Nos alegra tanto verlo feliz. A veces, los niños lo ven sólo como un profesor, y no saben cuánto cariño tiene para dar.'

Después de la merienda, Don Lucas, emocionado, decidió compartir algo importante con los niños.

- 'Quiero que sepan que, además de ser su profesor, yo también soy un amigo. Me encanta escuchar lo que piensan y sienten, porque cada uno de ustedes es muy especial.'

Los chicos miraron a Don Lucas con curiosidad. De repente, Ana, que normalmente era la más charlatana, levantó la mano:

- '¿Podemos jugar un juego ahora?'

- '¡Por supuesto!', respondió Don Lucas. '¿Qué les parece un juego de preguntas y respuestas? ¡Pero hay una regla! Cada vez que contesten, deben compartir algo que les gusta de ser parte de esta clase'.

Los niños se lanzaron al juego con entusiasmo, y cada respuesta revelaba algo nuevo. Santiago, un chico tímido, dijo:

- 'Me gusta que Don Lucas siempre nos cuenta historias divertidas y nos hace aprender de una manera interesante.'

Pasaron la tarde entre risas y juegos, y al final del evento, Don Lucas sintió que había un aire diferente en el aula. Al volver a la rutina, los chicos, ahora con una nueva perspectiva, comenzaban a comportarse de una manera más respetuosa. Era como si los lazos que se habían formado hicieran que todos se sintieran más cómodos y unidos.

Un tiempo después, el primer día de clases tras el evento, Don Lucas notó que sus estudiantes estaban más atentos, y también se comunicaban entre ellos de forma más amigable.

- '¿Qué les parece si empezamos el día hablando de lo que más nos gustó del día del compartir?', propuso.

Los ojos de los chicos brillaron de emoción, y cada uno tomó su turno para compartir.

- 'A mí me gustó el momento en que Don Lucas se disfrazó de dinosaurio', volvió a decir Martín.

- 'A mí me encantó saber que Don Lucas también juega a la pelota', comentó Ana.

Así, progresivamente, el aula se convirtió en un espacio donde el respeto y el cariño florecieron. Don Lucas se sintió orgulloso de sus alumnos, y ellos, a su vez, sintieron que podían ser ellos mismos.

El final del año escolar llegó, y en la última clase, antes de las vacaciones, uno de los estudiantes, Nicolás, le entregó a Don Lucas un libro que habían trabajado juntos.

- 'Gracias por ser así, Don Lucas. Nos hiciste ver que aprender puede ser divertido.'

Con una gran sonrisa, Don Lucas abrazó a sus alumnos, quien comprendió que a veces, sólo se necesita un poco de amor y conexión para transformar un aula. Y, desde ese día, todos recordaron que el respeto y la alegría eran la clave para aprender juntos.

A partir de entonces, Don Lucas y sus estudiantes compartieron no solo un año escolar, sino una experiencia inolvidable que dejó huella en sus corazones.

FIN.

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