El día en que los animales aprendieron a compartir



Había una vez en el bosque un grupo de animales que vivían en constante conflicto. El conejo siempre quería todas las zanahorias para él, el zorro nunca compartía su madriguera, y la ardilla siempre guardaba todas las nueces.

El comportamiento egoísta de los animales había causado mucha discordia en el bosque.

Un día, la sabia lechuza, cansada de tanta pelea, decidió aplicar los principios del conductismo para enseñarles una valuable lección.

Creó un plan para modificar su comportamiento y fomentar el compartir y la cooperación entre ellos. La lechuza les propuso a los animales un desafío: cada uno debía realizar una tarea especial y, al completarla, recibiría una dulce recompensa.

El conejo debía recolectar zanahorias para todos, el zorro debía compartir su madriguera con la liebre, y la ardilla debía repartir las nueces con los pájaros. Al principio, los animales se resistieron a cambiar su comportamiento, pero la lechuza les explicó que si cooperaban, todos obtendrían recompensas más grandes.

Poco a poco, los animales empezaron a modificar su conducta egoísta y a colaborar unos con otros. El conejo compartía zanahorias, el zorro abría su madriguera y la ardilla repartía las nueces.

Todos notaron que, al trabajar juntos, lograban más cosas y se sentían más felices.

La lechuza aplicó el principio del conductismo al reforzar positivamente el buen comportamiento de los animales. Cada vez que compartían, recibían elogios y una recompensa especial.

Con el tiempo, el comportamiento egoísta desapareció por completo y los animales aprendieron el valor de trabajar juntos y compartir. El bosque se convirtió en un lugar armonioso y lleno de alegría, gracias a la aplicación de la corriente psicológica del conductismo.

Y así, los animales vivieron felices y en armonía para siempre.

FIN.

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