El día en que Lucía encontró la alegría



Había una vez una niña llamada Lucía, que nunca se reía, no saltaba a la cuerda, no llevaba merienda y siempre tenía el pelo revuelto. Sus compañeros de la escuela, en lugar de ayudarla o invitarla a jugar, decidieron no prestarle los útiles y no invitarla a los cumpleaños.

Un día, durante el recreo, Lucía se sentó sola en un rincón del patio. Estaba triste y pensativa, hasta que escuchó una vocecita que provenía de un viejo y peculiar árbol. Era la voz de un duende llamado Tito, que vivía en ese árbol y que había observado la tristeza de Lucía durante mucho tiempo. Tito le dijo a Lucía que él conocía el secreto para encontrar la alegría, pero que necesitaba su ayuda para resolver un enigma.

Lucía aceptó el desafío y juntos, recorrieron el bosque en busca de pistas para resolver el enigma del duende. En su camino, Lucía se encontró con actividades y desafíos que, a pesar de ser difíciles, fueron llenando su corazón de emoción y felicidad. Aprendió a saltar a la cuerda, a llevar una merienda sana y a peinarse con una cinta de colores.

Finalmente, después de superar todas las pruebas, Lucía y Tito encontraron el lugar donde se escondía la alegría. Era un hermoso jardín lleno de flores de colores vibrantes, donde los rayos del sol se reflejaban en cada pétalo. Lucía entendió entonces que la verdadera alegría estaba en aprender cosas nuevas, en cuidar de sí misma y en ayudar a los demás.

Desde ese día, Lucía nunca estuvo triste. Compartió su alegría con sus compañeros, les prestó sus útiles, los invitó a jugar y juntos disfrutaron de los cumpleaños con risas y sonrisas.

La historia de Lucía y su encuentro con la alegría nos enseña que la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos y hacemos por los demás.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!