El Día en que se Enfadó Juanito
Era una mañana soleada en el barrio de Villa Esperanza. Los pájaros cantaban y los árboles se mecían suavemente. Juanito, un niño de ocho años, estaba en el parque jugando con sus amigos, cuando de repente, algo lo irritó.
Juanito había traído su nuevo balón de fútbol, un regalo de su abuelo. Mientras jugaban, Federico, uno de sus amigos, hizo una jugada espectacular y accidentalmente chocó con el balón, que terminó volando y golpeando una de las ramas de un árbol.
- ¡Ay, no! – gritó Federico.
El balón, después de dar un par de vueltas, se quedó atrapado en la rama más alta. Juanito, al ver su balón enredado, comenzó a sentir que la bronca lo invadía.
- ¡No te preocupes! – dijo Lucas, otro amigo, tratando de consolarlo. – Podemos trepar al árbol y bajarlo.
- ¡Ustedes nunca entienden! – respondió Juanito entre murmullos. – Es mi balón nuevo y ahora está ahí arriba. ¡Es injusto!
De repente, a Juanito le entró tanto mal humor que decidió alejarse de sus amigos. Se fue a sentar en un banco, con el rostro enojado y los brazos cruzados. Se sentía solo y con ganas de llorar.
Pasaron unos minutos y vio que sus amigos se acercaban.
- ¡Juanito! – llamó Federico. – ¡Ven a jugar! No te enojes, podemos buscar una solución juntos.
- ¿Y qué solución hay? – dijo Juanito con voz apagada.
- Vamos a pedir ayuda a la señora Ana, la jardinera del parque. Ella siempre sabe qué hacer – propuso Lucas con entusiasmo.
Juanito miró a sus amigos. Ellos siempre trataban de encontrar una manera de solucionar los problemas. Entonces, un susurro de esperanza empezó a florecer en su interior.
- Bueno, vamos a preguntar – aceptó Juanito, aunque aún arrugaba un poco su ceño.
Cuando llegaron a la señora Ana, ella sonrió y les dijo:
- ¡Hola, chicos! ¿Qué les pasa? Se los ve preocupados.
- ¡Se nos fue el balón de Juanito a la cima del árbol! – explicó Lucas, gesticulando con las manos enérgicamente.
- No se preocupen, por eso estoy aquí. Yo tengo un gancho que uso para cuidar las plantas. Puede que sirva para bajar ese balón – sugirió la señora Ana.
Juanito sintió que su corazón empezaba a palpitár más rápido en su pecho. El enojo se iba desvaneciendo, cambio por una mezcla de alivio y expectativa.
Mientras la señora Ana se preparaba, Juanito le preguntó:
- ¿Y si no podes bajarlo? ¿Qué va a pasar?
La señora Ana, con una sonrisa comprensiva, respondió:
- A veces, las cosas no salen como esperamos. Pero eso no significa que debas enojarte. Podemos intentarlo varias veces, y tengo la certeza de que al final, encontraremos una solución.
Finalmente, la señora Ana tomó el gancho, estiró su brazo al máximo y – ¡milagro! – logró atrapar el balón. Sostenido con firmeza, lo bajó lentamente y se lo entregó a Juanito.
- ¡Lo lograste! – exclamó Juanito, sin poder ocultar una sonrisa.
- Ahora, ¿qué tal si celebramos este pequeño gran logro? – sugirió la señora Ana, guiñándole un ojo.
Y así fue, el grupo de amigos se reunió de nuevo, esta vez uniendo fuerzas para jugar al fútbol con más alegría que antes. Juanito se dio cuenta de que había aprendido algo muy importante:
No hay problema que no se pueda resolver si se trabaja en equipo. Aunque a veces podemos enojarnos, siempre hay que buscar soluciones y no olvidarse de disfrutar de los momentos con los amigos.
Desde ese día, cada vez que Juanito sentía que el enojo lo invadía, recordaba el día en que se había enfadado. Y siempre elegía calmarse, hablar con sus amigos, y juntos encontrar la solución adecuada. Sus días en el parque se convirtieron en aventuras inolvidables, llenas de risas y alegría.
Así, Juanito siguió aprendiendo que la amistad y la paciencia eran más importantes que cualquier pelota atrapada en un árbol.
FIN.