El día mágico de las flores amarillas



Era un hermoso día soleado en el pequeño pueblo de Florcita, donde las flores amarillas crecían por todas partes. Las calles estaban llenas del inconfundible aroma de las flores que se mecían al compás del viento. En este día especial, todos los niños del pueblo estaban emocionados porque se celebraba el Festival de las Flores Amarillas.

Entre todos los niños, había uno llamado Lucas. Lucas era un niño muy curioso, siempre estaba dispuesto a explorar y encontrar cosas nuevas. Sin embargo, a veces, se sentía un poco triste porque parecía que siempre pasaba desapercibido entre sus amigos.

"Hoy será distinto", se dijo Lucas mientras se miraba al espejo.

Al llegar al parque, todos los niños estaban vestidos de amarillo, riendo y jugando. Lucas, temeroso, pensaba que no encajaba, pero decidió que hoy intentaría ser valiente.

"¡Mirá, Lucas! ¡Mirá cuántas flores hay!" exclamó su amiga Sofía mientras corría hacia un campo cubierto de flores amarillas.

"¡Son tantas! Nunca había visto tantas juntas", respondió Lucas, sintiendo un poco de alegría.

Los niños comenzaron a hacer una competencia para ver quién podía recoger más flores amarillas. Lucas, emocionado, decidió unirse. Al empezar a correr, se tropezó y cayó al suelo.

Justo en ese momento, una abuela que estaba sentada en un banco cercano, lo observó.

"No te preocupes, Lucas, todos nos caemos a veces. Lo importante es levantarse y seguir adelante", le dijo la abuela con una sonrisa amable.

Lucas se levantó, recordó las palabras de la abuela, y decidió que no dejaría que eso lo desanimara. Se unió a sus amigos y siguió recogiendo flores. Después de un rato, volvió a sentir la alegría del juego.

"¡Yo tengo más flores que ustedes!", gritó Sofía, mostrando su ramo lleno.

"¡No tan rápido! ¡Yo les ganaré!", contestó Tomás, un niño muy competitivo.

"¿Y si hacemos una corona con todas nuestras flores?" sugirió Lucas, recordando lo que la abuela había dicho sobre levantarse.

Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a hacer una hermosa corona con las flores. Mientras trabajaban juntos, se dieron cuenta de que cada uno tenía su propio estilo y que lo diferente hacía que el resultado final fuera aún más hermoso.

"Mirá qué bonita queda, ¡parece mágica!", dijo Sofía, mientras se reía.

"Sí, ¡y cada uno puso un poco de su alegría en ella!", agregó Tomás.

De repente, la música empezó a sonar en el parque, y todos los niños se pusieron a bailar alrededor de su corona de flores. Lucas, sintiéndose parte del grupo, se unió al baile y sonriendo, comprendió que no tenía que ser igual a los demás para ser feliz.

Al final del día, el Festival terminó con una gran sorpresa: una lluvia de pétalos amarillos que caían del cielo.

"¡Es un verdadero día mágico!", exclamó Lucas, mirando hacia arriba con los ojos brillantes.

"¡Sí! Y todo gracias a nuestras flores!", gritaron los demás mientras saltaban de alegría.

Lucas se dio cuenta de que no solo había recogido flores, sino también amistades.

"¿Quieren hacer esto de nuevo el próximo año?", preguntó emocionado.

"¡Sí!", gritaron todos juntos.

Y así, concluyó un día inolvidable en Florcita, donde Lucas aprendió que la felicidad está en ser uno mismo y que compartir momentos hace que todo brille aún más.

Desde ese día, las flores amarillas no solo representaban alegría, sino también la unión de los amigos que crearon juntos recuerdos mágicos.

FIN.

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