El día mágico en la granja de Juan y Martín



Había una vez un granjero llamado Juan que vivía en una hermosa granja en el campo. Juan amaba a sus animales, especialmente a su querido ganado. Tenía vacas, toros, terneros y hasta un par de cabras traviesas.

Un día, Juan decidió invitar a su vecinito Martín a conocer la vida en la granja y pasar un día inolvidable juntos. Martín estaba emocionado por la idea y no veía la hora de llegar.

Cuando llegó a la granja, Juan lo recibió con una enorme sonrisa y le mostró todo el lugar. Primero fueron a ver a las vacas, que pacían tranquilamente en el prado verde.

"¡Hola vacas lindas! ¿Cómo están hoy?", saludó Juan mientras les daba de comer heno fresco. Martín estaba maravillado al ver lo mansitas que eran las vacas y cómo confiaban en Juan. Luego fueron a ver a los terneros recién nacidos, quienes jugaban entre ellos y correteaban por el corral.

"¡Mira Martín, estos son los nuevos integrantes de la familia! Son tan juguetones", exclamó Juan con alegría. Martín no podía contener su emoción al ver a los tiernos terneros y quiso acariciarlos uno por uno.

Después de eso, fueron a visitar a los toros imponentes que descansaban bajo la sombra de un árbol. "Estos grandes amigos son los encargados de proteger al rebaño.

Son fuertes pero muy cariñosos si se los trata con respeto", explicó Juan mientras acariciaba el lomo de uno de ellos. Martín se sintió pequeño al lado de esos enormes toros, pero también admiraba su majestuosidad. Finalmente, fueron a ver a las cabras traviesas que intentaban subirse por todas partes en busca de aventuras.

"¡Estas travesuras siempre nos mantienen alerta! Son muy curiosas e inteligentes", dijo Juan mientras intentaba atrapar a una traviesa cabra saltarina.

Martín rió divertido al ver las ocurrencias de las cabras y se divirtió mucho tratando de seguirlas por todo el corral. Al final del día, cuando ya caía el sol, Juan llevó a Martín hasta una colina desde donde se podía contemplar toda la extensión de la granja iluminada por los últimos rayos dorados del atardecer.

"Gracias por mostrarme tu hermoso mundo aquí en la granja, Juan. ¡Ha sido un día increíble!", dijo Martín con gratitud en sus ojos brillantes. Juan sonrió con ternura y le dio un abrazo afectuoso.

"Me alegra que hayas disfrutado tanto como yo este día juntos. Siempre serás bienvenido aquí para seguir aprendiendo sobre la vida en armonía con nuestros amigos del campo.

"Y así terminó ese día inolvidable en la granja donde un niño descubrió el amor y respeto que un granjero puede tener hacia sus animales, enseñándole valiosas lecciones sobre cuidado del medio ambiente y conexión con la naturaleza.

FIN.

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