El Día Nublado de Valentina
Era una mañana nublada y Valentina, una chica de dieciocho años, miraba por la ventana con un dolorcito en el estómago. Tenía que ir a la universidad, pero el cielo gris la hacía sentir un poco desmotivada.
- ¿Por qué siempre tiene que estar nublado cuando tengo clases? - murmuró, mientras un suspiro escapaba de sus labios.
Su mascota, un pequeño perro llamado Pipo, la miraba con sus grandes ojos marrones.
- ¿Y qué? - respondió Pipo con un ladrido juguetón, como si entendiera lo que Valentina sentía.
Valentina sonrió un poco, pero aún no estaba convencida. Miró su reloj y, con un poco de pereza, decidió prepararse para salir. Se puso su abrigo y su bufanda de rayas.
- ¡Vamos, Valen! - se dijo a sí misma. - No te puedes perder las clases. Debes aprender cosas nuevas hoy.
Así que, con un poco de esfuerzo, salió de su casa y comenzó a caminar rumbo a la universidad. Sin embargo, el camino no era fácil. El viento soplaba con fuerza y las nubes parecían querer llorar.
- ¡Mira, Pipo! - exclamó Valentina, al ver cómo una ráfaga de viento arrojaba hojas alrededor. - ¡Es como un torbellino de naturaleza! - Pipo ladró alegremente corriendo detrás de las hojas.
Mientras caminaban, se encontró con su amigo Mateo, que también iba a la universidad.
- ¡Hola, Valen! - saludó Mateo con una gran sonrisa. - ¿Cómo estás?
- Un poco desanimada por el clima, la verdad… - admitió Valentina.
Mateo hizo una mueca y dijo:
- Pero hoy tenemos una clase especial de ciencias. El profesor nos va a llevar al laboratorio. ¡Seguro que es divertido!
Valentina recordó lo interesante que eran las clases de laboratorio.
- ¡Tenés razón! - respondió, sintiéndose un poco más animada. - ¡Quizás esto no sea tan malo!
Cuando llegaron a la universidad, el profesor ya los esperaba con una gran energía.
- ¡Buenos días, estudiantes! - gritó. - Hoy vamos a hacer un experimento increíble. ¡Vamos al laboratorio!
En el laboratorio, Valentina y sus amigos pudieron mezclar colores y ver reacciones químicas que nunca habían imaginado.
- ¡Wow! - exclamó Valentina, mientras un giro de colores salía del tubo de ensayo. - Esto es impresionante.
Al final de la clase, Valentina estaba emocionada.
- No puedo creer lo que aprendimos hoy. ¡Fue mucho mejor de lo que esperaba! - dijo.
Mateo le sonrió.
- ¿Ves? A veces, el sol dentro tuyo puede brillar incluso en los días nublados.
Por el camino de regreso a casa, Valentina decidió que no iba a dejar que el clima nublara su día.
- La próxima vez que vea un día gris, recordaré lo bien que lo pasé hoy - afirmó, acariciando a Pipo.
El perro ladró y corrió tras las hojas que volaban en la brisa. Valentina rió, y así, su día nublado se convirtió en una experiencia alegre y educativa.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Valentina pensaba en lo que había aprendido.
- A veces las cosas no son como las imaginamos - reflexionó - pero pueden ser maravillosas si les damos una oportunidad.
Y, con una sonrisa, se quedó dormida bajo el suave abrigo de su manta, soñando con experimentos y días nublados que también podían ser llenos de color.
FIN.