El día que descubrí mi valor


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colinas Felices, un niño llamado Santiago. Santiago era un niño alegre y curioso, lleno de energía y con una gran pasión por el fútbol.

Sin embargo, Santiago era diferente a los otros niños del pueblo. Había llegado a Colinas Felices con su familia hace poco tiempo, proveniente de un país lejano.

Los otros niños del pueblo no tardaron en darse cuenta de su origen, y comenzaron a discriminar a Santiago por ser diferente. -¡Miren, es el nuevo extranjero! No queremos jugar contigo, vete a tu país! - se burlaban los otros niños. Santiago se sentía triste y confundido, no entendía por qué lo trataban de esa forma.

Un día, mientras jugaba solo en el parque, conoció a Mateo, un anciano amable que vendía helados. Mateo notó la tristeza de Santiago y decidió compartir una historia con él. -Sabes, yo también fui discriminado cuando llegué a este pueblo.

La gente no entendía mi acento y se burlaba de mí. Pero aprendí que mi origen no define quién soy. Todos venimos de diferentes lugares, pero al final, somos seres humanos con corazones que laten igual. ¿Por qué dejas que las palabras de otros te lastimen? -.

Las palabras de Mateo resonaron en el corazón de Santiago. Ese día, Santiago decidió que no permitiría que la discriminación lo lastimara. Comenzó a practicar más fuerte en el fútbol y a mostrar su verdadero potencial.

Pronto, su talento llamó la atención de un entrenador local, quien lo invitó a unirse al equipo del pueblo. Santiago demostró que no importa de dónde vengas, sino quién eres y lo que puedas lograr.

Por fin, los otros niños lo aceptaron y lo trataron con respeto. Santiago entendió que su valor no estaba en su país de origen, sino en su fuerza interior y su determinación para superar la adversidad.

Desde ese día, se convirtió en un ejemplo para los demás, enseñándoles que la diversidad enriquece a todos. Y así, Santiago descubrió su valor y la verdadera amistad en Colinas Felices.

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