El día que descubrimos el mundo de las frutas gigantes




Había una vez en un pequeño pueblo, un grupo de amigos llamados Martina, Tomás, Sofía y Lucas. Un día, mientras jugaban en el campo, descubrieron un rincón mágico donde todas las frutas eran gigantes.

Había fresas del tamaño de pelotas de fútbol, manzanas que parecían globos y naranjas tan grandes como cabezas de personas. Al principio, los niños no podían creer lo que veían. -¡Miren esto! ¡Las frutas son enormes! -exclamó Martina emocionada.

Los amigos decidieron explorar el lugar y probar las deliciosas frutas gigantes. Cada uno escogió su fruta favorita y se dispuso a saborearla. Sorprendentemente, las frutas no solo eran gigantes en tamaño, sino también en sabor.

Las fresas eran dulces como la miel, las manzanas crujientes como galletas y las naranjas jugosas como nunca habían probado. Los niños se divirtieron jugando y comiendo frutas todo el día. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque.

Decidieron investigar y se encontraron con un gigante amistoso llamado Gastón, quien era el guardián de las frutas gigantes. Gastón les contó que las frutas habían crecido tanto por la magia de la amistad, la alegría y el cariño que los niños habían compartido.

Les agradeció por cuidar del mágico lugar y les animó a seguir siendo buenos amigos. Los niños entendieron que la magia de las frutas gigantes se debía al amor y la amistad que compartían.

Desde ese día, visitaban el rincón mágico regularmente para disfrutar de las deliciosas frutas gigantes y fortalecer su amistad. Aprendieron que los lazos de amistad y el amor pueden hacer crecer cosas maravillosas, incluso las frutas.

Y así, la historia de las frutas gigantes se extendió por todo el pueblo, inspirando a todos a cultivar la amistad y el cariño en sus corazones.

FIN.

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