El día que el gato decidió volar



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Valentina que vivía en una colorida casita. Su mejor amigo era un gato llamado Piru, que tenía un pelaje suave y negro como una noche estrellada. Un día, mientras jugaban en el jardín, el cielo se oscureció y comenzó a llover.

- ¡Mira, Piru! -dijo Valentina entusiasmada- ¡La lluvia trae muchos colores!

- Sí, pero ¡me mojaré! -se quejó Piru, mirando por la ventana.

Valentina sonríe y le dice:

- No te preocupes, podemos jugar adentro.

Mientras pasaban la tarde jugando en su casa, Valentina tuvo una idea brillante.

- ¡Vamos a construir una máquina voladora! -exclamó.

- ¿Una máquina voladora? -Piru se mostró dudoso- Pero los gatos no vuelan, Valentina.

- Claro que no, pero podemos inventar algo, como los pájaros -dijo ella, llena de entusiasmo.

Juntos recolectaron papeles de colores, cartones, y todo tipo de materiales. Con cada pieza que unían, la risa llenaba la casa. Después de muchas horas de trabajo, lograron hacer una extraña pero hermosa máquina voladora. La lluvia seguía cayendo, pero no importaba.

- Cuando pare de llover, ¡vamos a probarla! -dijo Valentina emocionada.

Finalmente, la lluvia paró y el sol comenzó a asomarse. El cielo se despejaba y un espectacular arcoíris apareció.

- ¡Mirá, Piru! -exclamó Valentina- El arcoíris parece decirnos algo.

- ¿Qué nos diría? -preguntó Piru, curioso pero un poco escéptico.

- Que está bien soñar -respondió Valentina, mientras ajustaba los arneses de la máquina.

Con todo listo, Valentina se subió a la máquina. Piru, aunque un poquito nervioso, decidió acompañarla. Juntos tomaron aire y comenzaron a mover las alas que habían fabricado.

- ¡Despegamos, Piru! -gritó Valentina.

La máquina empezó a moverse y, para sorpresa de ambos, se elevó un poco por el aire.

- ¡Estamos volando! ¡Estamos volando! -gimió Piru, sin poder creerlo.

Pero, de pronto, el viento sopló más fuerte y la máquina comenzó a tambalear.

- ¡Ay, Valentina! ¡No puedo más! -gritó Piru asustado.

- ¡Tranquilo! Debemos estabilizarla. ¡Sujétate! -dijo Valentina, tratando de recordar cómo habían pensado en volar.

Con un rápido movimiento y siguiendo su instinto, logró estabilizar la máquina. Surcaron los cielos un instante más, disfrutando del viento y la maravilla del mundo desde lo alto. Finalmente, decidieron que era hora de aterrizar.

- ¡Lo logramos, Piru! Es increíble lo que podemos hacer cuando trabajamos juntos -exclamó Valentina, con una sonrisa amplia.

Cuando tocaron el suelo, el pueblo entero había salido a ver la realización de sus sueños.

- ¡Valentina! ¡Piru! ¡Son unos genios! -gritó un vecino.

- ¡Queremos volar también! -pidieron los niños.

Valentina miró a Piru y sonrió.

- ¡Podemos hacer una nueva máquina! Esta vez una que nos lleve a todos -dijo ella.

Así fue como la lluvia no solo trajo colores, sino también la fuerza de la imaginación. Valentina y Piru aprendieron que con creatividad y amistad, cualquier cosa es posible.

Y desde ese día, en su casa se llenó de risas y sueños en cada aventura que la lluvia y el sol les regalaban.

FIN.

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