El día que Emily y Matías fueron héroes
En un tranquilo barrio de Buenos Aires, Emily, una chica de 10 años con el pelo corto y ojos marrones, pasaba sus días despreocupada, pero había algo que hacía que su corazón latiera un poco más rápido: su querido tío Matías. A pesar de que Matías era su tío, Emily lo quería como si fuera un hermano. Él siempre sabía cómo hacerla reír con sus chistes y juegos, y juntos compartían tardes enteras de aventuras en la plaza del barrio.
Un día, mientras jugaban a la pelota en la plaza, Matías se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Un hombre de aspecto sospechoso observaba desde una esquina. Matías se acercó al grupo de chicos mientras pensaba en que no debía alarmarse, pero la inquietud crecía en su interior.
"Che, Em, ¿viste al tipo ese? Me da mala espina", le comentó Matías mientras le hacía una señal para que se acercara.
"Sí, lo vi. ¿Qué le pasará?" respondió Emily con curiosidad.
Matías decidió que lo mejor sería alejarse un poco, así que le propuso a Emily ir a comprar helados a la esquina.
"Vamos a distraernos. Un helado siempre mejora el día", dijo Matías, intentando que lo olvidara.
Mientras caminaban hacia la heladería, el hombre sospechoso comenzó a acercarse más. Emily, al ver que Matías se ponía nervioso, preguntó:
"¿Estás bien, tío? Te veo raro..."
"Todo bien, solo creo que debería mirar por donde vamos", respondió Matías sin querer preocuparla.
Al llegar a la heladería, la dueña, doña Rosa, les sirvió dos deliciosos helados de chocolate y frutilla. Sin embargo, justo cuando iban a salir, escucharon un ruido ensordecedor: ¡disparos!"¡Matías! ¿Qué fue eso?", gritó Emily asustada.
Matías, intentando mantener la calma, le tomó la mano y le dijo:
"Espera aquí. Voy a averiguar qué pasa. No te preocupes, ¿sí?"
"No, no, no. ¡Yo voy contigo!", respondió Emily con valentía. No podía dejar a su tío solo.
Con pasos firmes, ambos se acercaron a la esquina de la plaza. Allí, el mismo hombre que había estado observando a Matías se encontraba discutiendo con un grupo de personas. Fue entonces cuando Emily cayó en la cuenta: ¡Era un ladrón!"Matías, tenemos que hacer algo. No podemos dejar que se salgan con la suya", dijo ella en voz baja.
"Tenés razón, Em. Pero no podemos atacarlo. Necesitamos un plan", reflexionó Matías.
De repente, a Matías se le ocurrió una brillante idea. Sabía que el hombre tenía una debilidad: el ruido.
"Emily, ¿te acordás de las bombillas de ruido que hicimos en clase de arte? ¡Usémoslas!", exclamó emocionado.
"¡Sí! Vamos a buscarlas al taller. ¡Apresurémonos!", dijo Emily mientras corría hacia su casa.
Al llegar al taller de arte, rápidamente Matías y Emily armaron un plan. Cogieron unas bombillas, las llenaron de papel y cinta adhesiva, y antes que se dieran cuenta, estaban de vuelta en la plaza.
Matías lanzó las bombillas ruidosamente, que estallaron como fuegos artificiales, confundiendo al ladrón y distrayendo a todos.
"¡Ahora!", gritó Matías mientras señalaba a la policía que ya se acercaba.
Los uniformados lograron atrapar al ladrón mientras Matías y Emily se escondían detrás de un árbol.
Cuando todo terminó, Matías abrazó a Emily con fuerza.
"¡Lo hiciste increíble! ¡Eras muy valiente!", le dijo él emocionado.
"No lo hubiera conseguido sin vos. Somos un gran equipo", respondió ella sonriendo.
La policía agradeció a Matías y Emily por su valentía y astucia.
"Si no fuera por ustedes, quizás el ladrón habría escapado.», dijo el oficial, mientras les entregaba un diploma de reconocimiento.
Desde ese día, Matías y Emily comprendieron que incluso en las situaciones más difíciles, la valentía y el trabajo en equipo pueden cambiar el rumbo de cualquier historia. Y así, el día que pensaron que solo eran niños se convirtieron en héroes, porque la verdadera valentía se encuentra en los corazones de aquellos que desean hacer el bien.
Ambos regresaron a casa con una sonrisa, sabiendo que juntos eran invencibles.
FIN.