El Día que Eric Decidió Soñar



Era un día gris en la ciudad de Colibrí, con nubes oscuras que cubrían el cielo y una lluvia incesante que caía sobre las calles. En medio de esa tormenta, un joven llamado Eric se sentía más triste que nunca. La presión de la escuela, la falta de amigos y la sensación de no encajar lo abrumaban.

Mientras caminaba por el parque, dos pájaros que cantaban a pesar de la lluvia llamaron su atención. "¿Por qué cantan si está lloviendo?"- pensó Eric, sintiendo una punzada de envidia. Él no podía cantar, solo podía pensar en sus problemas.

Esa noche, en su cuarto con las luces apagadas, Eric se sintió tan solo que decidió que ya no quería estar más en ese mundo. Tomó unos hilos que encontró en su cajón y comenzó a hacer una cuerda. Sin embargo, en ese momento, escuchó un ruido extraño. ¡Era su gato, Tico, que saltó sobre su escritorio!"¡Miau! ¿Qué haces, Eric?"- parecía preguntarle Tico con esos ojos grandes y curiosos.

"Nada, Tico, solo intento..."- comenzó a decir Eric, pero su voz se cortó. Miró a Tico y vio cómo se movía con gracia, ignorando la tormenta.

"No te vayas, Eric"- pareció decirle el gato. Eric se sintió un poco menos solo.

"Pero me siento tan triste..."- murmuró.

"Las lluvias pasan, amigo. Mañana el sol saldrá de nuevo,"- respondía Tico con cierto desafío, como si supiera algo que él no.

Esa noche, Eric decidió dejar la cuerda y salir a la calle a pasear con Tico. En la esquina del parque, se encontró con un grupo de chicos que jugaban al fútbol bajo la lluvia.

"¡Ey, vení a jugar con nosotros!"- le gritó uno de ellos. Eric dudó un instante, pero Tico movió la cola como si lo animara.

"Está bien, voy a intentarlo..."- pensó y se unió al juego.

Mientras chutaban la pelota chapoteando el agua, Eric se dio cuenta de que había olvidado todo por completo. Las risas y los goles de aquel día hacían que olvidara la tristeza que lo había estado cubriendo como una nube. Cuando terminó el juego, se sintió más vivo que nunca.

"Nunca pensé que esto podría ser tan divertido,"- dijo Eric sonriendo.

"¡Sabías que a veces hay que mojarse para disfrutar!"- le respondió otro chico, brindándole una palmada en la espalda.

Esa noche, Eric regresó a casa sintiendo una chispa de esperanza. Se acercó a su escritorio y tomó varios papeles. Decidió escribir. Escribió sobre sus sentimientos, sus miedos y también sobre sus sueños.

Pasaron los días y Eric comenzó a compartir lo que escribía con sus nuevos amigos. Juntos, decidieron formar un club de escritura en el parque.

"Podemos contarnos historias y ayudar a otros a contar las suyas!"- exclamó uno de sus amigos.

"Sí, y así no solo jugamos, sino que también soñamos juntos,"- añadió Eric, su corazón lleno de alegría.

La lluvia siguió cayendo, pero Eric ya no la veía como un obstáculo, sino como el preludio de algo nuevo. Aprendió que, aunque hubieran días grises, siempre podía encontrar formas de brillar.

Con cada día que pasaba, Eric descubrían que compartir sus historias los hacía más fuertes y que la lluvia también traía colores al arcoíris. Y así, en lugar de una cuerda, Eric encontró la manera de unirse a un círculo de amigos que lo apoyaban, haciendo que cada día en su vida valiera la pena vivirlo, sin importar cuán oscura pareciera la tormenta.

FIN.

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