El día que los celulares se apagaron


Había una vez en un pueblo muy pequeño, llamado Villa Felicidad, donde todos los habitantes estaban obsesionados con sus teléfonos celulares.

Los adultos pasaban horas mirando pantallas, los jóvenes no podían desprenderse de ellos y hasta los niños pequeños jugaban con aplicaciones. Nadie se miraba a los ojos ni se saludaba. Un día, algo extraño comenzó a suceder. Los celulares, uno por uno, se apagaron.

Nadie podía entender qué estaba ocurriendo, ya que todos habían perdido la capacidad de comunicarse de manera tradicional. -¡Mi celular no prende! -gritó el Sr. González. -¡Ni el mío! -exclamó la Sra. Gómez. Todos estaban desconcertados, no sabían qué hacer. Entonces, los niños del pueblo, Juani y Martina, decidieron investigar qué pasaba.

Se dieron cuenta de que, al no tener sus celulares, la gente comenzaba a mirarse, a conversar y a jugar juntos. Descubrieron que el exceso de pantalla les había quitado la magia de vivir en comunidad.

Los niños, con astucia, idearon juegos, concursos y actividades al aire libre para motivar a los habitantes a compartir momentos reales. Poco a poco, la gente volvió a reír, a disfrutar de las pequeñas cosas y a reconectar con sus seres queridos.

Finalmente, los celulares volvieron a encenderse, pero esta vez la gente los usaba con moderación. Todos aprendieron que la verdadera conexión se logra mirándose a los ojos, escuchándose y compartiendo momentos de verdad.

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