El Día que Luci Ayudó a Pío
En un espléndido día soleado, Luci decidió adventurarse por el bosque. El aroma a flores silvestres la envolvía y el canto de los pájaros le hizo compañía mientras caminaba entre los árboles. De repente, un ruido extraño interrumpió su paseo.
- ¿Qué fue eso? - se preguntó Luci con curiosidad.
Siguiendo el sonido, se encontró con algo que la conmovió. Acostado en el suelo había un pequeño pájaro, de plumaje brillante y ojos asustados. Luci se acercó lentamente para no asustarlo.
- Hola, pequeño. ¿Estás bien? - preguntó Luci, preocupada.
- No, me duele la ala - respondió el pájaro con una voz temblorosa. - Mi nombre es Pío y me caí de mi nido.
Luci se agachó y vio que el ala de Pío estaba herida.
- No te preocupes, Pío. ¡Voy a ayudarte! - exclamó Luci con determinación.
Primero, se acordó de lo que su abuela le había enseñado sobre los pájaros. "Si encuentras un pájaro herido, debes intentar ayudarlo con cuidado". Así que Luci dijo:
- Voy a buscar algo para curarte. ¡Esperame aquí!
Corrió por el bosque buscando hojas frescas y agua. En un claro, encontró unas hojas grandes y jugosas que podría usar como vendaje.
- ¡Esto te va a ayudar! - dijo mientras regresaba.
Cuando llegó, Pío la miró con esperanza. Luci comenzó a envolver suavemente la ala de Pío con las hojas, mientras le hablaba para calmarlo.
- No temas, amigo. ¡Pronto estarás volando alto de nuevo! - lo animó.
Pío, sintiéndose más seguro, dijo:
- Gracias, Luci. Eres muy amable. Pero, ¿cómo voy a volver a mi nido?
Luci reflexionó un momento y luego tuvo una idea.
- ¡Voy a ayudarte con eso también! Tengo una cuerda que usé para jugar cerca del lago. Podríamos atarte suavemente para que no vuelvas a caer.
- No sé, ¿y si me da miedo volar? - preguntó Pío dudoso.
- Todos tenemos miedo a veces, Pío. Pero a veces, el miedo no debe detenernos. Juntos podemos intentarlo. Te prometo que estaré a tu lado. - respondió Luci con una gran sonrisa.
Pío pensó en lo que Luci había dicho y, al final, decidió confiar en ella. Luci hizo una suave arnés con la cuerda y lo colocó en el pequeño pájaro.
- Ahora solo tienes que volar hasta la rama más baja y yo te ayudaré a sujetarte en caso que necesites. - le explicó Luci.
- ¡Está bien! - dijo Pío, lleno de valor.
Con un pequeño impulso, Pío batió sus alas y comenzó a ascender. Luci saltó de alegría.
- ¡Eso es! ¡Seguí volando, Pío! - gritó.
Pío llegó a la rama más baja, pero, mientras lo intentaba, se sintió inseguro.
- ¡No puedo, Luci! Tengo miedo de caerme otra vez. - insistió.
- ¡Recuerda lo que hablamos! A veces hay que enfrentarse al miedo. ¡Estoy aquí, no estás solo! - dijo Luci con un tono alentador.
Con una respiración profunda, Pío intentó nuevamente. Esta vez, sintió el viento bajo sus alas y un poco de confianza se apoderó de él.
- ¡Lo logré! - gritó emocionado.
- ¡Sí! ¡Lo hiciste, Pío! - aplaudió Luci entre risas.
Pío empezó a dar pequeños saltos en la rama, sintiéndose libre.
- Luci, ¡no puedo agradecerte lo suficiente! Eres la mejor amiga que un pájaro puede tener. - dijo Pío emocionado.
- Y tú me has enseñado que enfrentar los miedos trae grandes recompensas. Siempre serás mi amigo. - respondió Luci sonriendo.
Después de un rato, Pío agradeció a Luci una vez más y le dijo:
- Ahora puedo volver a mi nido. ¡Prometo cuidar de mis alas! - y con un gran aleteo se elevó hacia el cielo.
Luci lo miró volar y sintió una gran felicidad en su corazón. Sabía que su pequeño amigo volvería a ser feliz en su hogar, volando alto entre las ramas del bosque.
Desde ese día, Luci aprendió que ayudar a otros también ayuda a uno mismo. Y cada vez que escuchaba un canto de Pío desde los árboles, ella sonreía, recordando aquel día en que no solo curó un ala, sino que ayudó a un amigo a enfrentar sus miedos.
FIN.