El Día que Luna Aprendió a Ser Amable



Era un hermoso día de primavera y la pequeña Luna estaba en casa, pero hoy algo la tenía intranquila. Su madre, la señora Clara, le había pedido que hiciera algunas tareas, como ordenar su habitación y ayudar a preparar el almuerzo. Sin embargo, Luna no tenía ganas de nada.

"¡Mamá, no quiero hacer nada!" - gritó Luna, cruzando los brazos y poniéndose a ver televisión.

"Luna, es importante que colabores, ¿podrías ayudarme un poco?" - respondió la señora Clara con una voz suave.

"¡No! Siempre me haces hacer cosas, nunca puedo divertirme!" - replicó la niña, sintiéndose molesta.

Poco después, la señora Clara se fue a la cocina, donde comenzó a preparar la comida. Luna la miró de reojo, sintiéndose un poco culpable, pero rápidamente volvió a ignorarla.

Mientras su madre trabajaba, el gato de la familia, Mafalda, entró en la habitación. Luna comenzó a jugar con Mafalda, olvidándose completamente de las tareas y de su mamá. Cuando la señora Clara salió para buscar algunos ingredientes, vio a Luna sin hacer nada.

"Luna, por favor, ven a ayudarme, ya casi es hora de comer" - dijo mientras sonreía tratando de ser paciente.

"No me importa, estoy jugando con Mafalda," - contestó la niña, sin mirar.

Al escuchar esto, Clara sintió que su corazón se encogía. "¿Por qué mi hija no entiende que siempre estoy tratando de ayudarla a crecer?" pensó.

De repente, mientras se preparaba el almuerzo, Clara escuchó un grito en el patio. Al asomarse, vio que algunos niños estaban jugando y ríendo, y Luna también. Al verla feliz, sintió alegría, pero también pensó que Lu estaba perdiendo una oportunidad para aprender.

"¿Ves, Luna? Es genial jugar, pero también es importante ayudar en casa. Trabajar en equipo hace que todo sea más fácil y divertido" - le comentó su madre desde la ventana.

Luna, enojada, le gritó: "¡Pero yo no quiero ayudar, mamá! ¡No me entiendes!"

Su madre bajó una vez más, con los ojos llenos de comprensión. "Te entiendo, Luna. A veces, yo tampoco quiero hacer cosas. Pero, ¿sabés qué? Cuando colaboramos, podemos hacer más rápido lo que tenemos que hacer y luego jugar todo lo que queramos. ¿Te parece, si hacemos un trato?" - propuso.

Luna, enojada, cruzó los brazos. "No sé…" - murmuró.

La señora Clara se inclinó frente a ella y le dijo: "Te voy a contar un secreto. Cuando yo era chica, también prefería jugar que ayudar. Pero descubrí algo mágico: mientras más ayudaba, más tiempo me quedaba para divertirme. Yo te prometo que después de almuerzo, podemos ir al parque a jugar. Solo si colaborás un poco primero. ¿Qué me decís?"

Luna, pensativa, comenzó a reconsiderar. "¿Después de almorzar podemos ir al parque?" - preguntó.

"Así es. Si ayudás un poco ahora, jugaremos un rato largo allí juntos" - respondió su madre, sonriendo.

Con una sonrisa un poco más amplia, Luna aceptó el trato. Se levantó y comenzó a ordenar su habitación junto con Mafalda, que parecía querer ayudar también. Tras un buen rato, el clima en la casa cambió.

Luna vio cómo su madre cocinaba con amor y cómo cada ingrediente contribuía a hacer algo delicioso. Su actitud cambió por completo.

"Mamá, ¿puedo ayudarte a agregar la sal?" - preguntó, acercándose con disposición.

"Claro, mi amor. ¡Esa es la actitud!" - exclamó la señora Clara, contenta por la nueva disposición de su hija.

Una vez que terminaron de almorzar y todo estaba limpio, ¡sin dudar, se fueron al parque! Jugaron a la pelota y compartieron risas. Los problemas del día se desvanecieron, y Luna aprendió que colaborar en casa no era tan malo y tenía sus recompensas.

Al regresar a casa, Luna sonrió y le dijo a su mamá:

"Gracias por enseñarme, mamá. Trabajar en equipo es divertido. Ahora sé que ser amable y ayudar también nos hace más felices".

La señora Clara abracé a su hija con muchísimo amor y, entre risas, ambas supieron que juntos podían lograr lo que se propusieran. Y así, Luna aprendió la importancia de ser amable y ayudar a los demás, incluso cuando a veces preferiría estar jugando.

FIN.

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