El día que no desayuné



Era una hermosa mañana en la casa de Sofía. Sofía, una niña de diez años, se despertó temprano, como siempre. Tenía un ritual: primero, tendía su cama con esmero, asegurándose de que las sábanas quedaran bien estiradas. Después, se ponía su uniforme del colegio: una camisa blanca, un jumper azul y sus zapatillas preferidas.

"Voy a ser la mejor en la clase de matemáticas hoy", pensaba mientras se miraba en el espejo. Pero justo cuando estaba a punto de salir, su mamá la llamó desde la cocina.

"¡Sofía, ven a desayunar! ¡No te olvides que hoy tenés examen!"

La niña corrió hacia la cocina, con el estómago rugiendo de hambre. Sin embargo, en ese preciso instante, sonó el claxon del bus escolar. Miró por la ventana y vio al chofer haciendo señas con la mano.

"¡Mamá, el bus!" - gritó Sofía, sintiendo una mezcla de ansiedad y rapidez. No tuvo tiempo de sentarse a desayunar; solo tomó su mochila y salió corriendo por la puerta.

El bus la dejó en la puerta del colegio. Cuando Sofía ingresó al aula, notó que todos sus compañeros estaban nerviosos, recibiendo sus hojas de examen. La maestra, la Sra. Gómez, sonrió y dijo:

"Chicos, hoy vamos a aprender algo nuevo antes del examen. ¿Listos para el desafío?"

Sofía intentó concentrarse, pero el estómago le hacía ruidos. Cada vez que veía su hoja de examen, su mente se llenaba de dudas.

"¿Por qué no me concentré en el desayuno?" - pensó.

Mientras la profesora explicaba, Sofía no pudo evitar pensar en cómo el desayuno le habría dado energía. Cuando llegó el momento del examen, su mente estaba en blanco.

Cuando terminó la prueba, se sintió frustrada, y se acercó a su amiga Clara, que siempre le iba bien en matemáticas.

"Clara, me siento tan mal. No pude pensar en nada durante el examen."

Clara, comprensiva, le respondió:

"A veces, es importante cuidar de nuestro cuerpo primero. Un buen desayuno puede hacer una gran diferencia."

Sofía asintió, recordando lo que le decía su mamá: 'Tenés que alimentarte bien'. El almuerzo fue un alivio. Finalmente pudo comer y se sintió más alerta. Cuando llegó la tarde, la Sra. Gómez pidió a todos que se prepararan para un nuevo tipo de juego matemático.

"Hoy vamos a jugar a contar historias, usando números. Al final, habrá un premio."

Los chicos se pusieron muy entusiasmados. Sofía decidió poner en práctica lo que había aprendido en la mañana, con el estómago lleno. Cuando llegó su turno, respiró profundo y comenzó.

"Había una vez un dragón que tenía 5 amigos y juntos decidieron calcular cuántas aventuras podían vivir en un mes. Cada amigo tenía diferentes ideas, y juntos llegaron a contar 30 nuevas historias..."

La clase se rió y se metió en su cuento. La Sra. Gómez sonrió y le dijo:

"¿Sabías que contar historias me ayuda a enseñar matemáticas? Estás haciendo un trabajo excelente, Sofía".

Al final del día, Sofía aprendió que era fundamental cuidar su salud y alimentarse bien.

"Prometo nunca más saltarme el desayuno", dijo al salir del salón.

Y así, Sofía se fue a casa con una lección importante en su corazón. Al llegar, corrió a la cocina, donde su mamá la esperaba.

"Hola, mamá. Hoy aprendí algo increíble sobre desayunar. Nunca más me lo saltaré, ¡te lo prometo!"

La mamá sonrió orgullosa.

"¡Eso es muy importante, Sofía! Luego de un buen desayuno, todo es más fácil".

Y desde aquel día, cada mañana, Sofía nunca olvidó desayunar.

FIN.

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