El Día que no Fue al Cole
En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía una niña llamada Sofía. Ella era muy curiosa y siempre tenía mil preguntas en la cabeza, pero había un problema: no iba al colegio. Su mamá, una mujer de gran corazón pero muy ocupada, le decía que no podía permitirse pagarle la escuela.
Un día, mientras jugaba en el parque, Sofía se encontró con un grupo de niños que estaban haciendo una competencia de matemáticas.
"¿Por qué no venís al cole, Sofía?" - le preguntó Tomás, un niño de su edad.
"No puedo, mi mamá dice que no tenemos plata." - respondió Sofía, triste.
"Pero aprender es divertido, podés hacer muchas cosas!" - dijo Clara, una niña con trenzas.
Sofía miró a sus nuevos amigos con añoranza. Tal vez había algo más que podía hacer para aprender.
Esa tarde, decidió explorar varios lugares. Primero, fue a la biblioteca. Allí conoció a Don Pedro, el bibliotecario.
"Hola Sofía, ¿qué te trae por aquí?" - preguntó Don Pedro, sonriendo.
"Quiero aprender, pero no puedo ir al colegio" - dijo Sofía.
"No te preocupes. Hay muchas maneras de aprender. Ven, te mostraré nuestro rincón especial de aventuras" - dijo Don Pedro.
Sofía siguió a Don Pedro y encontró un rincón lleno de libros coloridos. Ella empezó a leer cuentos de hadas, historias de aventuras y hasta libros sobre animales del océano.
"¡Mirá! Este pez es el pez globo. ¡Es tan raro!" - exclamó Sofía, absorbida por los libros.
"¡Sí! Hay tanto para aprender, y no necesitás ir al colegio para disfrutarlo" - respondió Don Pedro.
Los días pasaron y Sofía volvió a la biblioteca cada tarde. Se hizo amiga de Don Pedro y aprendió sobre matemáticas, historia, ciencias, y hasta cómo hacer arte. Todo esto la hizo muy feliz.
Un día, Clara y Tomás fueron a la biblioteca a buscar libros. Cuando vieron a Sofía, se sorprendieron.
"Sofía, ¡nos alegra verte aquí!" - dijo Tomás.
"¿Qué estás haciendo?" - preguntó Clara.
"Estoy aprendiendo sobre estrellas" - dijo Sofía, sosteniendo un libro brillante.
"¿Nos dejás ser parte de tu aventura?" - preguntó Tomás.
Sofía brilló de emoción.
"¡Sí! Pueden venir conmigo!" - respondió.
Así que Sofía, Clara y Tomás comenzaron a reunirse todos los días tras la escuela. Aprendieron juntos sobre la vida, la matemáticas, y hasta crearon su propio club de lectura.
Un mes después, decidieron organizar una pequeña feria del conocimiento en el parque para compartir lo que habían aprendido. Todos los niños del pueblo vinieron a ver lo que habían preparado.
"¡Bienvenidos a la Feria del Conocimiento!" - dijo Sofía, emocionada, mientras miraba a sus amigos.
"Hicimos juegos, cuentos y descubrieron cosas increíbles" - añadió Clara.
"¿Querés saber cuántas especies de aves hay en nuestro país?" - preguntó Tomás.
Los niños de Alegría quedaron fascinados. Sofía, Clara y Tomás compartieron sus conocimientos y la feria fue un éxito.
Al final del día, la mamá de Sofía llegó al parque.
"¿Qué es todo esto, Sofía?" - preguntó, sorprendida.
"¡Mamá, aprendí un montón y ahora tengo amigos que piensan lo mismo!" - respondió Sofía con una enorme sonrisa.
Su mamá, llena de orgullo, se unió a la charla.
"Quizás sea momento de que lo hablemos, tal vez puedas ir al colegio el próximo año y seguir aprendiendo más en ambos lugares" - sugirió.
Sofía sintió una oleada de emoción.
"¿De verdad, mamá?" - preguntó, sus ojos brillando con esperanza.
"Sí, porque creo que la curiosidad y el deseo de aprender son más valiosos que un salón de clases" - respondió su mamá, sonriendo.
Así fue como Sofía no solo descubrió la aventura de aprender fuera de la escuela, sino que también se ganó un lugar en el corazón de sus amigos.
Desde ese día, siguió yendo a la biblioteca, aprendió en el colegio y nunca dejó de ser curiosa. Sofía había aprendido que no hay una sola forma de aprender; cualquier lugar puede ser una escuela si uno tiene la mente abierta y el corazón dispuesto a explorar.
FIN.