El Día que Paula Aprendió a Cuidar su Ciudad



Era una mañana soleada en el barrio de Paula. Con su mochila a cuestas, salió corriendo a la escuela como siempre, con la energía de un pequeño torbellino. Sin embargo, había algo que Paula no consideraba: los residuos que dejaba atrás.

Cada vez que abría un paquete de galletitas, lanzaba el envoltorio a la calle, pensando que la ciudad tenía que estar siempre limpia sin que ella hiciera nada.

"¡Qué bien que está el cielo hoy!", exclamó Paula, mientras arrojaba su envoltorio al suelo.

Cuando llegó a la escuela, se encontró con su amigo Lucas.

"Hola, Paula. ¿Sabías que el otro día, el vecino estuvo quejándose de la basura que hay en la esquina?" - le dijo Lucas, mientras sacudía la cabeza.

"Es solo un papelito, no es para tanto", replicó Paula sin prestarle mayor atención.

Pero aquel día, algo extraordinario estaba a punto de suceder. Mientras salía de la escuela, sintió un suave soplo de viento. De repente, una figura brillante apareció frente a ella. Era una pequeña hada de la naturaleza, envuelta en hojas y flores.

"¡Hola Paula! Soy Lía, el hada de la limpieza. He venido a hablar contigo", dijo la hada con una voz melodiosa.

Paula, sorprendida, no sabía si reír o asustarse.

"¿Un hada? ¡Esto es loco!", exclama Paula.

"Sí, y tengo una misión para ti. Cada vez que tiras un papel o cualquier cosa a la calle, la ciudad se pone triste y enferma. Yo necesito que me ayudes a sanarla", explicó Lía con seriedad.

"¿Pero cómo puedo ayudar?", preguntó Paula, frunciendo el ceño.

"Fácil. Necesito que recojas todo lo que dejes caer y lo pongas en su lugar. Así ayudarás a que la ciudad vuelva a sonreír", contestó Lía.

Paula se sintió un poco culpable.

"Está bien, lo intentaré", prometió, sintiéndose un poco más responsable.

Al día siguiente, Paula decidió hacer un cambio. Al salir de su casa, se le cayó un papelito de galletitas, pero en vez de dejarlo allí, lo recogió y lo guardó en su mochila.

"¡Mirá, Lucas! Estoy haciendo algo bueno hoy", le dijo sonriente.

"¡Eso está genial!", respondió Lucas, animado por la actitud de su amiga.

Así pasaron los días, y cada vez que Paula veía basura en la calle, no dudaba en recogerla y tirar en un tacho. Pero un día, mientras paseaban por el parque, Paula se dio cuenta que la papelera estaba desbordando.

"¡Oh no! No hay dónde dejar la basura", dijo Paula frustrada.

"Podríamos hacer una limpieza del parque, ¿qué te parece?", sugirió Lucas, entusiasmado.

"Sí, ¡eso sería increíble!", se animó Paula.

Con la ayuda de sus amigos, fueron repartiendo volantes en la escuela, invitando a todos a participar en una jornada de limpieza en el parque.

El día de la limpieza, los niños llegaron con guantes y bolsas. Lía, el hada, apareció de nuevo, iluminando el lugar.

"¡Esto es maravilloso! Estoy muy orgullosa de ustedes", dijo Lía con una sonrisa.

Mientras Paula y sus amigos recogían la basura, sintieron una energía positiva. Las risas y el trabajo en equipo hicieron que la tarea se volviera divertida.

Al final del día, el parque estaba reluciente, y Paula se dio cuenta de que había aprendido una valiosa lección.

"No solo tengo que cuidar la ciudad, también es divertido hacerlo con amigos", reflexionó Paula.

Lía, el hada, se despidió feliz.

"Recuerda, Paula, cada acción cuenta. Si todos cuidamos un poco, el mundo será un lugar mejor", le dijo mientras se desvanecía.

Desde ese día, Paula se convirtió en una defensora del medio ambiente, inspirando a otros con su ejemplo. Jamás volvió a tirar basura, y la ciudad, ahora más limpia y hermosa, sonreía nuevamente.

Y así, Paula no solo aprendió a cuidar su ciudad, sino que también comprendió que el trabajo en equipo y la responsabilidad son recompensas invaluables que todos podemos disfrutar.

FIN.

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