El día que un dinosaurio y Nicolás jugaron juntos



Había una vez un dinosaurio llamado Dino que vivía en el desierto. Dino era un dinosaurio muy amigable y juguetón al que le encantaba jugar con su pelota de colores.

Un día, mientras Dino saltaba y correteaba por el desierto, se encontró con un niño llamado Nicolás. - ¡Hola, soy Dino! ¿Quieres jugar conmigo? - le preguntó emocionado. Nicolás, sorprendido por encontrarse con un dinosaurio, asintió con entusiasmo. - ¡Claro que sí! ¡Será genial! - respondió.

Juntos comenzaron a jugar con la pelota, pasándosela el uno al otro y riendo a carcajadas. Mientras jugaban, el calor del desierto empezó a hacerse sentir.

Dino recordó que tenía algo guardado en un rincón fresco del desierto, ¡helado de mora! - ¡Esperen un momento! Tengo una buena idea para refrescarnos - exclamó Dino con una sonrisa. De repente, sacó del escondite un par de helados de mora, uno para él y otro para Nicolás.

Los dos se deleitaron con el delicioso helado mientras disfrutaban la compañía mutua. - ¡Qué ricos helados! ¡Muchas gracias, Dino! - expresó Nicolás agradecido. De repente, Dino recordó que en el desierto solía haber un oasis escondido, un lugar mágico donde podrían refrescarse aún más.

- ¡Vamos, Nicolás! Conozco un lugar muy especial donde podremos jugar sin pasar tanto calor. Rápidamente emprendieron el camino hacia el oasis, saltando y riendo juntos. Al llegar, se encontraron con un hermoso lago rodeado de palmeras.

Se quitaron los zapatos y disfrutaron de un refrescante chapuzón. Dino y Nicolás se divirtieron tanto que decidieron volver al oasis cada vez que necesitaran refrescarse.

Desde ese día, Dino y Nicolás se convirtieron en los mejores amigos, compartiendo aventuras, juegos y deliciosos helados de mora en el desierto.

FIN.

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