El Día que un Monstruo se Comió a un Dinosaurio
En un hermoso valle donde los dinosaurios correteaban libres y felices, un pequeño brontosaurio llamado Bruno estaba disfrutando del sol. Bruno tenía un gran corazón y siempre ayudaba a sus amigos. Un día, mientras jugaba a buscar hojas frescas, un tremendo estruendo resonó en el cielo. De repente, ¡un monstruo aterrador apareció entre las nubes!
- ¡Mirá, Bruno! – gritó su amiga Pati, la pterosaurio – ¡Ese monstruo parece enorme y muy hambriento!
El monstruo era gigantesco, con escamas de colores brillantes y ojos que miraban a su alrededor con mucha curiosidad. Pero lo más aterrador era su enorme boca, que se relamía como si ya tuviera un plan.
Bruno, asustado pero curioso, observaba al monstruo y pensó:
- ¿Por qué sería ese monstruo? Tal vez solo tiene hambre, como nosotros.
Pati, sintiéndose un poco más valiente, propuso una idea:
- ¿Y si le llevamos algo de comida en vez de huir?
- ¡Buena idea! Vamos, busquemos algo delicioso para ofrecerle.
Bruno y Pati se lanzaron a recolectar las hojas más tiernas y jugosas de los árboles cercanos. Mientras tanto, el monstruo seguía mirando en su dirección, con cierta tristeza en sus ojos.
Cuando finalmente se acercaron al monstruo, Bruno temía lo peor. Sin embargo, el monstruo los miró con atención, y en un tono grave, pero amable, dijo:
- ¡Hola, pequeños amigos! Estoy muy hambriento y buscaba algo de comer. Pero no quería comerme a ninguno de ustedes.
- ¡Aquí! – exclamó Pati, ofreciendo las hojas – ¡Tomá! Son muy ricas y frescas.
El monstruo sonrió, y al probar las hojas, sus ojos brillaron de felicidad.
- ¡Mmm! Esto es delicioso. Gracias, pequeños! Me llamo Gorgó y, lamentablemente, he aterrorizado a muchos porque no sabía cómo pedir ayuda para encontrar comida.
Bruno y Pati se miraron y se dieron cuenta de que habían hecho un amigo.
- No hay problema, Gorgó – dijo Bruno – ¡Nosotros podemos ayudarte a encontrar más comida!
Gorgó, ahora más animado, aceptó gustosamente la ayuda de sus nuevos amigos. Los tres juntos comenzaron a explorar el valle, descubriendo plantas nuevas, frutas y hojas que todos disfrutaban. Con el tiempo, Gorgó se convirtió en el protector del valle, alejando a otros depredadores y cuidando a sus nuevos amigos.
Sin embargo, un día, durante una tormenta, Gorgó fue arrastrado viento adentro hacia otro lado del valle, lejos de sus amigos. Bruno y Pati se preocuparon mucho por él.
- ¡Debemos encontrarlo! – urgió Bruno.
- No puedo dejar que se sienta solo, él merece tener amigos a su lado – añadió Pati.
Así que, juntos, buscaron por todos lados, incluso en las zonas más remotas del valle. Finalmente, después de horas de buscar, encontraron a Gorgó atrapado entre unas rocas.
- ¡Gorgó! – gritaron. – ¡Estamos aquí para ayudarte!
- No puedo moverme, estoy atrapado – respondió Gorgó con voz triste.
Bruno y Pati se pusieron a trabajar. Con mucho esfuerzo, lograron empujar las rocas y liberar a su amigo.
- ¡Gracias, amigos! – dijo Gorgó, mientras se ponía de pie – Ustedes fueron muy valientes.
Bruno y Pati sonrieron, felices de haber podido ayudar a su amigo. Desde ese día, los tres se volvieron inseparables, promoviendo la amistad y el trabajo en equipo entre todos los demás dinosaurios del valle.
- Ya no tengo que comer dinosaurios – dijo Gorgó con una sonrisa – Ahora tengo amigos que me enseñaron a compartir.
Y así, el valle se llenó de alegría, donde un monstruo y unos dinosaurios aprendieron que siempre hay espacio para la amistad, sin importar cuán diferentes sean. Su historia se convirtió en una leyenda que recordaron por generaciones, demostrando que todos pueden ser amigos si se esfuerzan por comprender al otro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.