El Día Sin Clases de María



Era un día soleado en la ciudad, y María, una niña de ocho años, se despertó con una gran sonrisa en su rostro. -¡Hoy tengo clases de arte! -exclamó mientras se vestía rápidamente. Su madre, Ana, la miraba con orgullo. -Siempre tan entusiasmada, María. Me encanta verte así.-

Sin embargo, esa mañana, al llegar a la escuela, se enteró de una noticia inesperada. -¡Maestra! -gritó María cuando entró al aula, pero la maestra solo respondió con un gesto. -Queridos chicos, lamento informarles que hoy no habrá clases. La escuela está realizando una revisión del techo.-

María se sintió como si le hubieran quitado un dulce de la boca. Su rostro se nubló de tristeza. -Pero... quería pintar un paisaje hermoso para el concurso de arte.-

La maestra, con comprensión, le sonrió. -Entiendo, María. Pero a veces también es bueno tener un día libre. Puedes aprovechar para hacer otras cosas creativas.-

María, aunque todavía algo desanimada, volvió a casa. Cuando entró, su madre la vio y rápidamente supo que algo no estaba bien. -¿Qué pasó, cariño? -preguntó Ana al ver la cara de María. -Hoy no hay clases, mamá. No podré pintar.-

Ana sonrió y le dijo: -No te preocupes, tengo una idea. Vamos a hacer lo que llamaremos una "Escuela en casa".

María se iluminó un poco, pero seguía un poco desanimada. Entonces, Ana le dijo: -Voy a preparar tu torta favorita. Pero mientras se cocina, tenemos que usar nuestra imaginación. ¿Te parece?

María, intrigada, aceptó. Juntas, empezaron a investigar sobre paisajes. Ana le mostró fotos de montañas, ríos y flores. -Vamos a inventar nuestra propia historia y después la pintaremos, ¿te parece? -dijo Ana.

María, cada vez más entusiasmada, asintió. Comenzaron a crear un cuento mágico sobre un viaje a un templo escondido en la cima de la montaña. Ana narraba y María ilustraba.

Mientras la torta se cocinaba, el ambiente se llenó de risas. -¿Y qué pasaría si en el templo hubiera un dragón guardián? -preguntó María de repente, con su cara llena de emoción. -¡Eso sería increíble! -exclamó Ana. -Y tal vez el dragón sea amable y nos regale una piedra mágica.

Después de un par de horas, la torta ya estaba lista. Tuvieron una merienda deliciosa y saborearon cada bocado. -Me siento mucho mejor, mamá. Gracias por hacer este día especial -dijo María mientras limpiaba sus manos. -Siempre es un buen momento para aprender, ya sea en la escuela o en casa. -respondió Ana.

Esa noche, después de lavarse los dientes, María se metió en la cama con una sonrisa gigante. No solo había aprendido sobre paisajes y dragones, sino que también había pasado un tiempo valioso con su mamá.

-¿Sabés qué, mamá? -preguntó antes de cerrar los ojos. -Me encanta la escuela, pero me encanta más pasar tiempo con vos.-

-¡Eso es lo más importante, María! -le respondió Ana mientras le acariciaba el cabello. -La vida está llena de aprendizajes, en cualquier lugar y en cualquier momento.-

Y así, con el corazón contento y sueños coloridos en su cabeza, María durmió profundamente, sabiendo que cada día puede ser una aventura si se tiene la imaginación y las personas que amamos a nuestro lado.

FIN.

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