El Día Sin Dinero



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Alegría. Los pajaritos cantaban y el aire olía a flores frescas. La señora Rosa, una anciana del barrio, regaba sus plantas en su colorido jardín.

"¡Buenos días, Rosa!" - le saludó Lucas, un niño de ocho años con un gorro azul y una sonrisa amplia. A su lado, estaba su mejor amiga, Sofía, que siempre llevaba una trenza llena de cintas de colores.

La señora Rosa, con unas manos arrugadas pero amables, respondió:

"¡Muy buenos días, chicos! ¿Cómo están en este hermoso día?"

"¡Estamos listos para jugar!" - exclamó Sofía, mientras aventuraban hacia la plaza. Estaba llena de niños que reían y correteaban. Todos llevaban juguetes, bollos y dibujitos pintados con colores vibrantes.

De repente, un estruendo sacudió la plaza y al instante, todo se volvió en silencio. Un viento fuerte se llevó las monedas y billetes que, volando, se esparcieron en el aire.

Los niños miraban asombrados.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Lucas, confundido.

"¡No lo sé!" - responde Sofía, mirando hacia el cielo.

Poco a poco, el viento se calmó, pero al mirar a su alrededor, todos se dieron cuenta de que no había un solo billete.

"¿Dónde está el dinero?" - preguntó un niño de la plaza, su nombre era Tomi, siempre andaba con un carrito de juguetes.

"No lo sé, pero sin dinero no podemos comprar nada", dijo Clara, una niña que siempre llevaba galletitas para compartir.

Al principio, todos estaban tristes, pero entonces, Lucas tuvo una idea.

"¿Y si hacemos un trueque?" - propuso.

"¿Trueque?" - preguntó Sofía con curiosidad, mientras jugueteaba con su trenza.

"Sí, podemos compartir lo que tenemos. Yo tengo unos palitos de madera, ¿quién quiere jugar con ellos en lugar de comprar nuevos juguetes?"

Los niños comenzaron a emocionarse. La señora Rosa apareció de nuevo en la escena, llevándoles unas flores.

"¿Qué sucede aquí, chicos?"

"¡Ya no hay dinero!" - dijeron todos al unísono.

"¡Y vamos a hacer un trueque!" - agregó Sofía, saltando de alegría.

"Eso es maravilloso, niños. ¡El trueque es como compartir!" - dijo la señora Rosa, un brillo de orgullo en su mirada.

Entonces, los chicos comenzaron a intercambiar cosas. Tomi entregó su carrito de juguetes y recibió unos cromos de fútbol a cambio. Sofía ofreció su colección de cintas y a cambio recibió unos lápices de colores de Clara.

"Miren, ¡es tan divertido!" - exclamó Lucas mientras dibujaba en el suelo.

Pronto, no solo los niños estaban intercambiando cosas, sino que los adultos también se unieron.

"Yo tengo un poco de mermelada casera, ¿quién quiere?" - preguntó el señor Alberto, un panadero con un gran delantal.

"Yo tengo unas galletitas recién horneadas!" - respondió Clara con una gran sonrisa.

Al final del día, el pueblo estaba lleno de risas y alegría. Todos se sintieron más unidos que nunca. No había dinero, pero había un sinfín de deseos para compartir.

Al caer la noche, los chicos se sentaron bajo un árbol grande y comenzó la camaradería.

"¿De verdad necesitamos dinero para ser felices?" - preguntó Lucas, mirando las estrellas.

"No, porque en Alegría tenemos el trueque y eso es mucho mejor, ¿no?" - respondió Sofía con una gran sonrisa.

"Al menos así todos compartimos lo que tenemos", admitió Tomi mientras pensaba en todos los nuevos amigos que había hecho.

Desde ese día, el pueblo de Alegría aprendió una importante lección: el verdadero valor no estaba en el dinero, sino en la amistad y en la capacidad de compartir. Y se dieron cuenta de que lo que realmente importa son los vínculos que construimos en nuestra comunidad y cómo, a través de la generosidad, podemos ser más felices juntos.

Todos prometieron seguir haciendo trueques y compartir siempre lo que tenían, recordando aquel mágico día en que desapareció el dinero, pero nunca la amistad.

FIN.

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