El día soleado de Julieta


En un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y campos de girasoles, vivía una niña llamada Julieta. Era una niña alegre y curiosa, a la que le encantaba correr por los campos y jugar con sus amigos. Sin embargo, esta mañana algo había cambiado. Julieta se levantó con una extraña sensación en el corazón, una tristeza que parecía envolverla por completo.

Al salir de su casa, Julieta notó que el sol brillaba en lo alto y que el cielo estaba despejado. A pesar de la hermosa mañana, ella se sentía cada vez más triste. Caminó por el pueblo con la mirada baja, y no respondía con entusiasmo a los saludos de sus vecinos.

Al verla así, su abuelita, Doña Rosa, se acercó a ella con una sonrisa cálida y le preguntó: -¿Qué te sucede, Julieta? Pareces estar un poco triste hoy.

Julieta bajó la mirada y murmuró: -No lo sé, abuelita. Siento como si algo pesado estuviera en mi corazón.

Doña Rosa la abrazó con ternura y le dijo: -A veces, la tristeza nos visita sin razón aparente, pero siempre podemos encontrar una forma de alegrarnos de nuevo. ¿Quieres que te acompañe a pasear por el campo de girasoles? Siempre nos hace sentir mejor contemplar su belleza y sentir la brisa en nuestras mejillas.

Julieta asintió con timidez, y juntas se dirigieron al campo. Al llegar, el brillante mar amarillo de girasoles se extendía ante ellas, moviéndose suavemente con la brisa. Julieta sintió el cálido abrazo del sol y poco a poco su tristeza comenzó a disiparse.

Mientras caminaban entre las altas plantas, Julieta y su abuelita comenzaron a cantar una vieja canción que les encantaba. Las risas y la música llenaron el campo, y poco a poco Julieta volvió a sentirse alegre y llena de energía. Había descubierto que, aunque la tristeza apareciera, siempre podía encontrar la manera de sentirse mejor.

Desde ese día, Julieta recordó que la tristeza no tenía que durar para siempre, y que siempre habría una forma de encontrar alegría y paz en su corazón. Y cada vez que se sentía triste, recordaba el día soleado en el campo de girasoles, donde había descubierto que incluso en los momentos más oscuros, siempre habría una luz brillante esperándola.

Dirección del Cuentito copiada!