El Diario de los Dos Mundos



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Sofía. Un día, mientras exploraba el ático de su abuela, encontró un viejo diario cubierto de polvo y telarañas. La curiosidad la invadió. Ella lo abrió y se sorprendió al ver que estaba escrito en un lenguaje que, aunque extraño, parecía familiar. A medida que leía, descubrió que el diario pertenecía a una niña llamada Lila, que vivía en un mundo paralelo donde todo era diferente, pero al mismo tiempo, muy parecido.

El primer día que leyó el diario, Sofía se encontró con la siguiente oración:

"Hoy me siento sola en mi jardín de flores azules. A veces, me pregunto si hay alguien allí afuera con quien compartir mis aventuras."

Sofía se sintió identificada, ya que a veces, aunque tenía amigos, también se sentía sola.

"Tal vez yo pueda ser tu amiga", susurró Sofía, como si Lila pudiera escucharla.

Al seguir leyendo, Sofía descubrió que Lila también tenía una vida llena de curiosidades. En su mundo, los árboles daban caramelos y había criaturas que hablaban. A pesar de ello, Lila quería experimentar cosas simples como ir al cine o andar en bicicleta, cosas que Sofía hacía a diario.

Sofía decidió escribirle una carta a Lila justo en el diario:

"Hola Lila, soy Sofía. Me encontré con tu diario y quiero contarte sobre mi vida. En mi mundo, tengo una bicicleta roja y voy al parque con mis amigos. ¿Te gustaría saber más?"

Para su sorpresa, el día siguiente encontró una respuesta escrita en el diario:

"¡Hola Sofía! Me alegra que hayas encontrado mi diario. Cuéntame más sobre tu vida en el mundo de las personas. Aquí, las flores hablan, pero nunca he tenido una bicicleta. ¿Qué es eso?"

Sofía se emocionó al saber que Lila le había respondido. A partir de ese momento, las dos empezaron a comunicarse a través del diario. Sofía le contaba todo sobre su vida cotidiana y Lila le describía las maravillas de su mundo. Sin embargo, había algo extraño en esta conexión. A veces, cuando Sofía le contaba algo triste, Lila parecía sentirlo también.

Un día, mientras estaba leyendo, Sofía encontró un pasaje donde Lila hablaba de un evento mágico que ocurriría en su mundo:

"Se aproxima un fenómeno especial, el cruce de las calaveras bailadoras. Dicen que es un momento en el que los mundos colisionan y las almas de las niñas pueden intercambiar lugares por un breve instante. Voy a buscarlo."

Sofía sintió un escalofrío. ¿Y si ella podría conocer a Lila en persona? Sin pensarlo más, le escribió:

"Lila, ¿podemos encontrarnos? Estoy dispuesta a vivir esa experiencia contigo."

Lila respondió con entusiasmo:

"¡Sí! Debes buscar hojas doradas en el parque durante el cruce. Justo ahí, donde los árboles se unen, quizás podamos vernos."

Días después, el evento estaba a punto de ocurrir. Sofía fue al parque y buscó desesperadamente las hojas doradas. Justo cuando el sol empezaba a caer, encontró una con un brillo especial y, en ese instante, un viento fuerte la envolvió.

En un parpadeo, Sofía se encontró en un lugar iluminado por luces de colores. Delante de ella estaba Lila, tal como se la había imaginado, pero con un vestido de flores que parecía danzar a su alrededor. Ambas se miraron con sorpresa y alegría.

"¡Sofía! ¡Eres real!"

"¡Lila, es increíble estar aquí contigo!"

Las chicas compartieron aventuras en el mundo de Lila durante lo que pareció una eternidad, montando bicicletas de caramelo y hablando con flores sonrientes. Sin embargo, cuando el sol comenzaba a ponerse, Sofía sintió que debía volver a casa.

"Debo irme, Lila. ¡Hemos tenido un día maravilloso! Pero siempre llevaré contigo en mi corazón."

"¡Yo también! No importa los mundos que haya entre nosotras, siempre serás mi amiga, Sofía."

Cuando Sofía regresó a su mundo, se dio cuenta de que todo había cambiado. Un nuevo amor por las aventuras, la amistad y la conexión con otros llenaba su corazón. Desde entonces, no solo había descubierto un mundo paralelo, sino que también había aprendido que las emociones, los sueños y la amistad trascienden cualquier barrera. Y, cada vez que veía una flor, recordaba a Lila y las maravillas que habían compartido.

Días después, al volver a leer el diario, Sofía encontró un nuevo mensaje de Lila:

"Estoy sembrando flores azules en mi jardín esperando que nuestras aventuras nunca terminen. Gracias por ser mi amiga."

Y así, un diario se transformó en un vínculo eterno entre dos mundos, recordándoles siempre que la amistad no conoce límites y que pueden compartir su magia, sin importar la distancia.

FIN.

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