El Diario de Maxime



En un pequeño barrio de Buenos Aires, donde las calles estaban llenas de color, pero también de desafíos, vivía Maxime, un adolescente de trece años. Maxime no tenía una vida fácil; su familia enfrentaba muchas dificultades y los días solían ser duros. Sin embargo, había algo que le daba esperanza: su diario.

Una tarde, mientras el sol comenzaba a esconderse, Maxime se sentó en su rincón favorito del parque con su cuaderno en mano. Decidió escribir sobre el día:

"Hoy fue un día complicado. Mamá tuvo que trabajar horas extras y no hemos comido bien. Pero al menos jugué un rato con mis amigos, eso siempre me hace sentir mejor."

El diario era su refugio, un lugar donde podía expresar sus sentimientos y pensamientos sin ser juzgado. A medida que pasaban los días, Maxime se dio cuenta de que su historia tenía muchas facetas.

Con cada página, Maxime hablaba de sus sueños.

"Quiero ser artista. Quiero pintar murales en las paredes de mi barrio, llenarlos de colores. Pero no sé si eso es posible…"

Sus manos temblaban al escribir, sintiendo la presión de lo que debía hacer para ayudar a su familia, pero también sintiendo la fuerte chispa de su creatividad.

Un día, su mejor amigo, Lucho, se sentó a su lado mientras él escribía.

"¿Qué haces?"

"Escribiendo en mi diario. Hablo de mis sueños y de lo que me pasa. ¿Querés leerlo?"

"¡Claro!"

Lucho hojeó las páginas y no pudo evitar sonreír.

"Tenés que mostrar esto, Maxime. ¡Tus dibujos son geniales!"

"Pero… y si la gente no le gusta…"

"¡No importa! ¡Es tu sueño! Y si no lo intentas, nunca lo sabrás."

Con esas palabras en mente, Maxime decidió dar un paso. Se inscribió en un taller de arte local, donde su pasión floreció.

Pero a medida que se acercaba la fecha de la exposición escolar, Maxime empezó a sentir la presión. ¿Y si no lograba hacer algo que valiera la pena? Un día, con lágrimas en los ojos, se sentó en el parque mientras su diario se deslizaba por sus manos.

"No sé si puedo hacerlo, Lucho. Todo se siente tan pesado a veces…"

"Maxime, recuerda lo que dijiste el primer día que comenzaste a pintar. ¡Hacelo por vos! No por nadie más. ¡Tus colores importan!"

Esa noche, Maxime comenzó a trabajar en su mural para la exposición. Colores vibrantes fluyeron de su pincel mientras daba vida a su visión. En su corazón sentía que, aunque las circunstancias lo desafiaban, él tenía el poder de crear algo hermoso.

Finalmente, llegó el día de la exposición. Su mural era un rostro lleno de alegría y esperanza, un reflejo de su propia lucha. Cuando el profesor lo elogió, Maxime sintió como si todas sus preocupaciones se esfumaran.

"Estoy tan orgulloso de vos, Maxime. Cada trazo cuenta una historia. Sigue así y nunca dejes de soñar.”

- “Gracias, lo haré. Este es solo el comienzo.”

Maxime se dio cuenta de que aunque había barreras entre lo que pensaba, lo que hacía y lo que quería, cada una de ellas podía ser superada con pasión y determinación. Así, su diario se llenó de nuevas historias, aventuras en el arte y sueños por descubrir. Maxime aprendió que su voz podía ser un hilo que unía sus sueños a su realidad, y todo comenzó con una página en blanco.

El diario se convirtió en su brújula, guiándolo en momentos de incertidumbre y mostrándole que, a veces, el camino hacia nuestros sueños comienza simplemente escribiendo lo que deseamos alcanzar.

FIN.

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