El diccionario de los sentimientos perdidos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy curioso y siempre estaba buscando aprender cosas nuevas.

Un día, mientras exploraba el desván de su abuela, encontró un antiguo diccionario de emociones. Mateo nunca antes había oído hablar de un diccionario de emociones, así que decidió llevárselo a su habitación para investigar más sobre el tema.

Al hojear las páginas del diccionario, descubrió que cada emoción tenía su propia definición y manera de expresarse. "¡Vaya! ¡Esto es increíble!" exclamó Mateo emocionado. Decidió llevar el diccionario a la escuela al día siguiente para compartirlo con sus amigos.

Al llegar al recreo, reunió a todos en círculo y les mostró el tesoro que había encontrado. "¿Qué es eso, Mateo?" preguntó Valentina, una de sus amigas más cercanas. "Es un diccionario de emociones.

Nos puede ayudar a entender lo que sentimos y cómo expresarlo", respondió Mateo con entusiasmo. Los amigos de Mateo se mostraron intrigados por el diccionario y juntos empezaron a explorar las diferentes emociones: alegría, tristeza, miedo, enojo, sorpresa y muchas más.

Descubrieron que cada emoción era importante y que debían ser capaces de identificarlas para poder expresarlas adecuadamente. Con el paso de los días, Mateo y sus amigos practicaban expresar sus emociones libremente.

Aprendieron a no tener miedo de sentirse tristes o enfadados, ya que todas las emociones eran válidas y formaban parte de ser humanos. Un día, durante una clase de educación física, Lucas tropezó y se lastimó la rodilla.

En lugar de ocultar su dolor como solía hacerlo antes, Lucas decidió decirle a la maestra lo que le pasaba y pedir ayuda. Los compañeros vieron cómo Lucas expresaba su dolor sin temor alguno gracias a lo aprendido del diccionario de emociones.

La noticia sobre el diccionario se extendió por todo el colegio e incluso los adultos comenzaron a interesarse en él. Pronto se formó un club donde niños y padres podían reunirse para aprender juntos sobre las emociones y cómo expresarlas sanamente.

Mateo se sintió orgulloso al ver cómo algo tan simple como un viejo diccionario podía traer tanta luz a su comunidad. Se dio cuenta entonces del valor que tenía aprender sobre las propias emociones y ayudar a los demás a hacer lo mismo.

Y así fue como en el pueblo Alegría todos aprendieron la importancia de conocerse a sí mismos, respetar sus propias emociones y las de los demás; todo gracias al pequeño niño curioso llamado Mateo y su valioso descubrimiento: el poder del diccionario de emociones.

FIN.

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