El dictado que se convirtió en baile



En una soleada mañana de primavera, en el aula de 4to grado de la Escuela San Martín, los chicos y chicas estaban sentados frente a sus pupitres, con caras aburridas y desganadas.

La señorita Ana les había anunciado que comenzarían con un dictado y todos suspiraron al unísono. - ¡Otra vez dictado! ¡Qué aburrimiento! -se quejó Martín, apoyando la cabeza en su mano. - Sí, es muy aburrido.

Ojalá pudiéramos hacer algo más divertido -añadió Sofía, mirando por la ventana con anhelo. Justo en ese momento, la puerta del aula se abrió de golpe y entraron tres compañeras: Valentina, Lucía y Camila. Todas estaban radiantes y llenas de energía, con sus mochilas coloridas al hombro.

- ¡Hola chicos! ¿Qué están haciendo? -preguntó Valentina con una sonrisa pícara. - Estamos por empezar un dictado... -respondió Julieta con desgano. - ¡Oh no! Eso suena muy aburrido. Nosotras venimos de bailar en el patio.

Deberían habernos visto, ¡fue genial! -exclamó Lucía emocionada. Los ojos de los demás alumnos se iluminaron al escuchar las palabras de las recién llegadas. La idea de bailar en lugar de hacer un dictado parecía realmente tentadora.

- ¿Bailar? ¡Eso suena mucho mejor que un dictado! -dijo Tomás levantándose emocionado. - Pero señoritas, debemos seguir el plan académico... -intentó intervenir la señorita Ana antes de ser interrumpida por Valentina. - Vamos profe, solo esta vez.

Será divertido y educativo a la vez, lo prometemos -dijo Valentina con una sonrisa encantadora. La señorita Ana dudó por un momento pero luego asintió con una sonrisa cómplice.

Los niños empujaron los pupitres hacia un costado y formaron un círculo en el centro del aula. Valentina conectó su celular al parlante portátil que siempre llevaba consigo y pronto la música empezó a sonar alegremente.

Todos comenzaron a moverse al ritmo de la música; algunos hacían pasos coordinados mientras otros simplemente dejaban fluir sus movimientos creativos. La risa se apoderaba del ambiente mientras los niños disfrutaban cada minuto bailando juntos. Después de unos minutos intensos de baile, los chicos estaban agotados pero felices.

Se sentaron en ronda nuevamente para retomar sus actividades escolares cuando la señorita Ana propuso algo:- Chicos, ¿qué tal si escribimos juntos una historia sobre nuestro baile improvisado? Cada uno puede agregar algo especial que recuerde o le haya gustado más.

Los niños asintieron emocionados ante la propuesta y rápidamente sacaron sus cuadernos y lápices para comenzar a escribir. Cada uno compartió su experiencia favorita: desde los pasos locos de Martín hasta las risas contagiosas de Sofía.

Todos tenían algo único para añadir a esa historia tan especial. Al finalizar la clase, cada niño leyó en voz alta su parte del relato colectivo sobre el baile improvisado en el aula.

La señorita Ana no pudo contener su emoción al ver cómo habían disfrutado juntos ese momento diferente e inesperado en clase.

Esa tarde, cada niño se fue a casa con una sonrisa en el rostro y muchas ganas de volver al día siguiente para vivir nuevas aventuras junto a sus amigos en ese maravilloso lugar llamado Escuela San Martín.

FIN.

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