El Diente Valiente de Manu



Era un día soleado en el barrio de Manu. Como cualquier otro día, estaba jugando con sus amigos en la plaza. De repente, mientras intentaba hacer una pirueta, ¡ZAS! Se le cayó un diente. Manu se quedó mirándose en el espejo del kiosco con un poco de miedo.

- Ay, no... - dijo Manu, tocándose el hueco en su boca. - ¿Y si el diente que crece de nuevo viene torcido o, peor aún, de otro color?

Mientras caminaba hacia su casa, un pájaro muy curioso se posó en el cordón de la vereda y lo miró fijamente.

- ¿Por qué ese mensajito? - le preguntó Manu al pájaro.

- Porque tu nuevo diente vendrá perfecto si cuidas los demás, - dijo el pájaro, moviendo su cabecita. - Y nunca olvides que cada diente tiene su propia historia.

Manu, un poco confundido pero también curioso, se sentó en una banca y le preguntó al pájaro.

- ¿Cómo es eso de que los dientes tienen historias?

- Por supuesto - contestó el pájaro. - Hay un diente llamado Valentín que siempre fue muy fuerte. Pero un día, decidió comer un montón de caramelos y no se lavó los dientes. ¿Sabés qué pasó?

- ¿Se cayó? - preguntó Manu, con los ojos abiertos como platos.

- Eso mismo. Y tuvo que pasar mucho tiempo como un diente inactivo hasta que un día decidió cambiar sus hábitos. Comenzó a cepillarse dos veces al día y a comer más frutas y verduras. ¡Y mirá! Cuando volvió a crecer, era el diente más brillante y valiente de todo el país. La gente lo admiraba. Así que no tengas miedo, Manu. Lo que importa es lo que haces con tus dientes, no solo que se caigan.

Motivado por la historia del pájaro, Manu decidió dar un pequeño paseo. Se detuvo en la tienda de golosinas que había cerca.

- ¡Hola, Manu! - saludó la dueña de la tienda. - ¿Te gustaría un caramelo?

Manu pensó en Valentín y respondió:

- No, gracias. Ahora quiero cuidar mis dientes. Me quiero cepillar y comer algo más saludable.

La dueña sonrió con orgullo.

- ¡Qué buena elección! - exclamó ella. - ¿Sabes? También hay un diente que aprendió a hacer gimnasia dental. Se llamaba Gimmy y siempre hacía ejercicios para mantenerse fuerte. No sólo se cepillaba, ¡sino que también comía bien y hacía ejercicio! Así, siempre estaba listo para proteger su sonrisa.

Al escuchar esto, Manu empezó a reír.

- ¡Qué divertido! ¡Voy a ser como Valentín y Gimmy! - dijo emocionado.

El pájaro asintió con entusiasmo.

- Exactamente. Ahora, cuando te crezca el nuevo diente, ¡será un diente fuerte y brillante! Y si todos los dientes se cuidan entre sí, serán el equipo más poderoso.

Manu llegó a su casa pensando en lo que había aprendido. Cada mañana se cepillaba, y cada noche también. Comenzó a comer frutas y verduras, y hasta comenzó a correr en el parque para estar más fuerte.

Unos meses después, cuando al fin le creció su nuevo diente, Manu no podía esperar a mirarse en el espejo. Cuando lo hizo, sonrió y se dio cuenta de que su diente era justo como él quería que fuese, ¡blanco, fuerte y perfecto!

- ¡Mirá, pájaro! - gritó Manu, mirando hacia afuera. - ¡Mi diente es un campeón! ¿Lo ves?

- ¡Lo sabía! - chilló el pájaro. - Todo es posible si te preocupas por ti mismo y cuidas de tus dientes.

Así, Manu aprendió que no hay que tener miedo de los cambios. Lo importante es cómo cuidamos lo que tenemos. Y así se convirtió en el mejor amigo de sus dientes y todos los días aplaudía a sus amigos dentales por ser unos valientes.

Y así, con una sonrisa radiante, Manu se fue a jugar al parque sabiendo que sus dientes estaban en las mejores manos: ¡las suyas mismas!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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