El Dilema de Lucas
Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires un niño llamado Lucas, conocido por ser muy amable y siempre ayudar a los demás. Su corazón era tan grande como su sonrisa, y todos sus amigos lo querían mucho.
Un día, Lucas hizo un nuevo amigo, Mateo, que era todo lo contrario. Mateo era travieso, le encantaba hacer bromas pesadas y, a veces, se comportaba de una manera que dejaba a los demás desconcertados. Aunque al principio Lucas se divertía con Mateo, pronto se dio cuenta de que su nuevo amigo lo alentaba a hacer cosas que no le gustaban, como insultar a otros o empujar a los más pequeños.
Una tarde, mientras jugaban en el parque, Mateo le dijo:
"¡Vamos, Lucas! ¡Dale un empujón a ese nene que está jugando solo!"
Lucas dudó, pero al ver la risa de Mateo, sintió una extraña presión.
"No sé, Mateo. Creo que eso no está bien..."
Mateo le respondió:
"¡No seas miedoso! A nadie le va a importar. Solo es un juego".
Lucas no quería ser un aguafiestas, así que finalmente se dejó llevar y le dio un pequeño empujón al nene. Este, por supuesto, se cayó y empezó a llorar. Lucas sintió un nudo en el estómago y dijo:
"Lo siento, no quise hacerte daño".
Mateo simplemente se rió y le comentó:
"¡No te preocupes, solo fue una broma!".
Días después, apareció una nueva situación. Mientras caminaban hacia la escuela, vieron a un grupo de chicos burlándose de otro niño llamado Tomás por su forma de vestir. Mateo comenzó a reírse y a hacer gestos despectivos.
"¡Mirá cómo se viste! ¡Es un raro!"
Lucas lo miró angustiado y le dijo:
"Eso no está bien, Mateo. Deberíamos defenderlo".
"¡Pero no es divertido ser bueno!" insistió Mateo, mientras sus ojos brillaban con la idea de hacer más bromas.
Lucas se sintió dividido, pero recordó a su mamá diciéndole que siempre debía hacer lo correcto, incluso cuando los demás no lo hicieran. Entonces, decidió enfrentar a Mateo.
"No quiero ser parte de esto. Tomás no merece ser tratado así".
Mateo, sorprendido, lo miró con desdén.
"Entonces, ¡no quiero jugar contigo si no te diviertes!".
"Está bien, Mateo. Tal vez es hora de que busque amigos que sean buenos en vez de malos".
Con esas palabras, Lucas se alejó, sintiendo una extraña mezcla de tristeza y alivio.
A la semana siguiente, Lucas comenzó a jugar con otros chicos que también disfrutaban de las cosas buenas. Un día, mientras estaban en la plaza, vieron a Tomás jugando solo en una esquina. Lucas se acercó y le dijo:
"Hola, Tomás. ¿Te gustaría jugar con nosotros?"
Tomás, sorprendido, sonrió tímidamente y aceptó. Pronto se unieron más chicos y la plaza se llenó de risas.
Mientras tanto, Mateo no había cambiado. Al ver que Lucas se divertía sin él, intentó volver a hacerse amigo, pero Lucas ya había aprendido la importancia de elegir bien. No quería formar parte de las actitudes negativas.
Finalmente, un día, Mateo se acercó y le dijo:
"¿Te enojaste, Lucas?"
"No me enojo, Mateo, pero no quiero hacer cosas que lastimen a los demás. Ser amable es más divertido".
Mateo dudó un momento.
"Pero enviarlo todo a volar es más divertido".
Lucas le respondió con calma:
"No si lo que quieres es ser feliz. La verdadera diversión viene de ser bueno y hacer amigos, no de hacer daño".
Y así, mientras se alejó, la sonrisa de Lucas era más brillante que nunca, sabiendo que había tomado la decisión correcta.
Moraleja: Los verdaderos amigos te inspiran a ser mejor, no a hacer daño. Hacer el bien puede cambiar tu vida y la de los demás.
FIN.